El 2020 y el 2021 se han convertido en años antagónicos para todo mundo. El primero fue catalogado por la revista americana Time como el peor de la historia, mientras que el segundo, a pesar de continuar lo que dejó su antecesora, representa una oportunidad, tanto para la sociedad como para el sector corporativo. Y es que, gracias al avance de las vacunaciones y la adopción de la transformación digital en distintas empresas, puedo afirmar que el próximo año será uno de los más prósperos.
Dentro del contexto que nos atañe, la acelerada transformación digital ha permitido que la industria de las tecnologías de la información (TI) se convierta en un motor económico. Como bien afirma The International Data Corporation (IDC), este sector tendrá un crecimiento promedio del 7.7% al cierre de este año en Latinoamérica. Para 2022, el IDC también pronostica que más del 60% del PBI mundial estará digitalizado, mientras que el 75% del presupuesto en TI se destinará a las llamadas Tercera Plataforma, lo que viene a ser redes sociales, servicios móviles, Internet de las cosas, Big Data y Cloud Computing.
Tony Fernández-Stoll, Gerente General de AMD para América Latina.
Lo interesante de todo esto es que, desde el 2017, ya se venía augurando un excelente panorama para la industria de TI. No obstante, dejando de lado las proyecciones, si analizamos más de cerca la realidad de América Latina, veremos que la región avanza de una forma distinta al resto del mundo. En un reciente estudio realizado por la consultora Digital Virtus sobre madurez digital, indican que, en Chile, apenas el 44.9% de grandes empresas y el 46.3% de las PyMEs han comenzado su camino hacia la digitalización. Por el lado de Perú, apenas el 37.5% de grandes negocios y el 44.4% de las pequeñas y medianas empresas han iniciado su proceso de transformación digital.
Ante esto surge la duda: ¿Qué pasa en Latinoamérica? En concreto, la región tiene muchas dificultades intrínsecas. Desde los altos costos para la implementación de la tecnología hasta el desarrollo de una cultura digital idónea para los colaboradores, la cual permita que ellos logren adoptar con mayor facilidad los cambios que conlleva la digitalización. No por nada, según un estudio de Red Hat, solo el 27% de las compañías consideraban relevante la capacitación de su personal en torno a la implementación de las TI en sus entornos de trabajo.
Por ello, empresas del rubro tecnológico, como AMD, toman un rol importante para instruir y acompañar a las distintas compañías en su incursión a la digitalización. Para esto, se deben desarrollar soluciones tecnológicas acorde a cada necesidad. No es de extrañar que, según el último estudio de Deloitte, el 75% de los líderes empresariales admitieron que las capacidades digitales de sus organizaciones les ayudaron a enfrentar mejor los efectos de la pandemia, lo que se tradujo en un mejor rendimiento financiero.
En ese sentido, el sector corporativo debe redefinir sus prioridades y abordar la digitalización con base a sus beneficios. La transformación digital permite una mejora en la productividad, lo que desemboca en un ahorro de tiempo y costos para la organización. Esto se profundiza más con el uso de las tecnologías de información, lo que genera un aumento en la capacidad de análisis y la exploración de nuevas oportunidades de negocio para la compañía. A largo plazo, el salto a lo digital influye en la longevidad de la empresa, ya que se adaptará con mayor facilidad ante cualquier reto.
Teniendo en cuenta la realidad de la región, podemos decir que el avance de la industria del TI en Latinoamérica, aunque irá paso a paso, lo hará de manera sostenida. No obstante, considero que es un proceso que debe tomar mayor fuerza por parte del sector corporativo. Ya hemos visto que los beneficios son mayores a los riesgos, como todo cambio conlleva, por lo que es importante acelerar el paso para llegar al 2025 con una correcta digitalización y resultados más sólidos en torno al sector TI.