66% de riesgo: la falsa seguridad en empresas nativas digitales



En menos de una década, muchas empresas nativas digitales en Colombia y Latinoamérica pasaron de sentirse invencibles a descubrir que su mayor vulnerabilidad no está en la nube, sino en la forma en que gestionan personas, procesos y datos. La noticia de que más del 66% se percibe en alto riesgo de ciberseguridad no es una estadística aislada, es un espejo incómodo de decisiones postergadas, equipos saturados y presupuestos mal enfocados. No se trata solo de hackers sofisticados, sino de contraseñas repetidas, accesos sin control, proveedores sin evaluar y una cultura que confunde crecimiento con improvisación técnica. Si tu negocio vive de plataformas, datos y automatización, no puedes seguir tratando la ciberseguridad como un gasto opcional o un proyecto de moda. Hoy más que nunca, entender el riesgo es el primer paso para transformarlo en ventaja competitiva. 

👉 LEE NUESTRO BLOG y descubre cómo empezar a hacerlo funcional de verdad.

Cuando hablamos de empresas nativas digitales solemos imaginar organizaciones ágiles, llenas de talento joven, con stacks modernos y cultura de experimentación continua. Sin embargo, los reportes más recientes en Colombia y la región muestran una realidad distinta: una proporción importante de estas compañías admite estar en un riesgo medio o alto de incidentes de ciberseguridad, y en las nativas digitales ese riesgo llega a superar el 66%, de acuerdo con análisis recientes sobre el ecosistema digital en el país. No se trata solo de un número llamativo: es la evidencia de que crecer rápido sin una base de seguridad funcional se traduce en vulnerabilidades acumuladas, difíciles de ver desde los dashboards comerciales, pero muy claras para cualquier atacante que decida explorar tu superficie digital.

En el día a día he visto empresas que nacieron en la nube, pero que siguen administrando accesos con hojas de cálculo que nadie actualiza, equipos de producto que comparten contraseñas en chats abiertos y startups que levantan rondas millonarias mientras su repositorio de código productivo depende de un par de llaves API sin control ni rotación. La tecnología en sí misma no es el problema; el verdadero riesgo aparece cuando la velocidad de crecimiento supera la capacidad de pensar funcionalmente la arquitectura, los flujos de datos y los puntos de exposición. Ahí es donde la promesa de ser “nativos digitales” empieza a chocar con la realidad de una organización que improvisa su seguridad a punta de parches.

Al mismo tiempo, el entorno externo se ha vuelto más hostil. Las estadísticas recientes de ciberseguridad muestran que los ciberataques crecen cada año en frecuencia y costo, con miles de millones de intentos dirigidos a América Latina y pérdidas económicas que ya superan los cientos de millones de dólares anuales solo en Colombia. El phishing, el ransomware y el fraude en línea se consolidan como amenazas cotidianas, mientras la inteligencia artificial generativa permite a los atacantes producir correos, mensajes y campañas de engaño cada vez más creíbles. Los delincuentes digitales ya no son improvisados; operan con modelos de negocio, reinvierten en herramientas y prueban vulnerabilidades de forma masiva hasta encontrar el eslabón más débil.

En este contexto, seguir postergando una estrategia de ciberseguridad integral no es un riesgo abstracto: es una decisión concreta de aceptar pérdidas futuras, interrupciones operativas y daños reputacionales difíciles de recuperar. Cuando una empresa nativa digital entiende que su activo principal son los datos y la confianza del usuario, la conversación deja de ser “cuánto cuesta protegerse” y se convierte en “cuánto cuesta no hacerlo”. Ahí es donde una asesoría externa, con mirada funcional y experiencia en transformación, ayuda a priorizar, poner orden y pasar de la preocupación general a un plan accionable, medible y alineado con el negocio.

📅 Agenda: https://outlook.office.com/book/TodoEnUnoNET1@todoenuno.net.co/s/WCrf7fDpEEWYjPz-Nl7l3w2?ismsaljsauthenabled

Los informes recientes advierten que más del 40% de las pequeñas y medianas empresas que sufren un ataque grave no logran recuperarse totalmente, y una proporción significativa termina cerrando en los meses siguientes, sobre todo cuando el incidente afecta sus sistemas centrales, datos de clientes o canales de pago. En el mundo de las empresas nativas digitales, esto es aún más crítico: una plataforma caída durante días, una base de datos cifrada por ransomware o una filtración masiva de información sensible no son solo “problemas técnicos”, sino golpes directos a la promesa de valor, a la confianza del inversionista y a la percepción del mercado. Un solo incidente puede borrar años de posicionamiento en cuestión de horas.

Además, existe una dimensión regulatoria que muchas veces se subestima. En Colombia, la combinación de la normativa de protección de datos personales y las exigencias de diferentes autoridades implica que una brecha de seguridad relevante puede convertirse en un problema jurídico complejo, con investigaciones, posibles sanciones económicas y obligaciones de reporte y remediación. Para las empresas nativas digitales, que a menudo operan en varios países o gestionan datos de usuarios en múltiples jurisdicciones, esto significa que cada incidente puede disparar obligaciones legales en cascada, incluyendo notificaciones a usuarios, revisiones de contratos con aliados y ajustes de procesos internos bajo presión.

En paralelo, el déficit global de talento en ciberseguridad supera los millones de profesionales, lo que hace que incluso empresas con buena intención encuentren dificultades para contratar equipos completos de seguridad, turnos de monitoreo permanente o especialistas en respuesta a incidentes. Pretender que “la persona de TI” resolverá todo termina siendo injusto e ineficiente. El modelo que está funcionando mejor combina talento interno para decisiones estratégicas con servicios especializados, plataformas de monitoreo, automatización de alertas y acompañamiento experto en momentos críticos. La seguridad deja de ser el trabajo heroico de una persona y se convierte en un sistema diseñado para operar de forma consistente.

Una característica recurrente en las empresas nativas digitales que acompañamos es la brecha entre lo que la dirección cree que está protegido y lo que realmente sucede en la operación. En los comités se habla de firewalls, nubes seguras, cifrado y autenticación multifactor; pero cuando revisamos el detalle técnico aparecen ambientes de prueba con datos reales sin anonimizar, bases de datos expuestas con configuraciones por defecto, APIs sin inventario actualizado y aplicaciones internas a las que se sigue accediendo con usuarios genéricos. Esa distancia entre el discurso y la realidad es precisamente el terreno donde los atacantes encuentran oportunidad.

Por eso insisto en que el punto de partida no es la compra de licencias, sino el diagnóstico funcional. Entender qué datos son realmente críticos, cuáles procesos no pueden detenerse, qué sistemas sostienen la facturación, qué integraciones son más sensibles y qué activos están más expuestos. A partir de ahí se construye un mapa de riesgos realista, que permite priorizar inversiones, definir controles por capas y, sobre todo, alinear la conversación de ciberseguridad con el plan estratégico de la compañía. De nada sirve desplegar múltiples herramientas si el negocio no distingue entre lo que es vital, importante o simplemente conveniente de proteger.

En las empresas nativas digitales, el talento suele estar muy cerca del código, de los datos y de las decisiones de producto. Esto es una ventaja competitiva enorme, pero también un riesgo cuando no existe una cultura clara de seguridad desde el diseño. Cada nueva funcionalidad, cada integración con proveedores, cada experimento de crecimiento y cada campaña de marketing automatizado puede abrir una puerta adicional a los atacantes si no se acompaña de políticas y revisiones mínimas. No se trata de frenar la innovación, sino de incorporar la seguridad como un criterio de calidad: una funcionalidad que compromete datos innecesarios, expone más superficie de ataque o rompe buenas prácticas no debería pasar a producción.

El uso creciente de inteligencia artificial por parte de las empresas y de los atacantes añade otra capa de complejidad. Los mismos modelos que permiten automatizar atención al cliente, personalizar campañas o analizar grandes volúmenes de datos, también se usan para generar phishing altamente creíble, clonar voces y rostros de directivos o probar continuamente combinaciones de credenciales. Si la organización no actualiza sus controles, sus capacidades de monitoreo y su formación interna, terminará compitiendo con adversarios que iteran más rápido, con menos escrúpulos y con herramientas potentes a su disposición.

Desde la experiencia acompañando organizaciones de diferentes tamaños y sectores, he observado que el punto de inflexión llega cuando la alta dirección deja de preguntar únicamente “cuánto vale la solución” y empieza a preguntarse “qué tan preparados estamos para el peor escenario razonable”. Neutralizar el riesgo no significa eliminarlo por completo, sino conocerlo, reducirlo a niveles aceptables y construir una capacidad real de respuesta. Esto implica contar con planes probados de continuidad de negocio, copias de seguridad verificadas, roles claros durante un incidente, canales de comunicación definidos y acuerdos previos con proveedores estratégicos para actuar con rapidez cuando algo ocurra.

En ese camino, uno de los errores más frecuentes es creer que basta con cumplir un checklist de auditoría o con obtener la certificación de turno para estar a salvo. El cumplimiento normativo es el piso mínimo, no el techo. Muchas empresas que “cumplían” formalmente terminaron expuestas por configuraciones incorrectas en la nube, interfaces olvidadas o errores humanos básicos. Los marcos de referencia son guías valiosas, pero necesitan complementarse con una lectura honesta de la cultura organizacional, de los incentivos internos y de las presiones comerciales que, en la práctica, definen cuánta seguridad se respeta en el día a día.

En las empresas nativas digitales también pesa la presión del crecimiento. Cuando el foco está puesto casi exclusivamente en mejorar la retención, adquirir usuarios o abrir nuevos mercados, la ciberseguridad puede ser percibida como un freno o un costo difícil de justificar frente a los inversionistas. Sin embargo, la historia reciente está llena de casos en los que una sola brecha borra en días los avances de un plan de expansión cuidadosamente construido. Cambiar la conversación implica demostrar, con datos y escenarios, cómo una arquitectura segura reduce fricciones, facilita la entrada a mercados más regulados y aumenta la confianza de aliados y clientes corporativos.

Parte de esa conversación pasa por la educación. No se puede pretender que el equipo de desarrollo, de marketing o de servicio al cliente cuide lo que no entiende. La formación en ciberseguridad dejó de ser un curso anual de cumplimiento para convertirse en una práctica continua: simulaciones de phishing, talleres sobre buenas prácticas en el manejo de credenciales, espacios para revisar incidentes reales del sector, sesiones específicas para líderes de producto y para la alta dirección. Cuando las personas comprenden el impacto real de un incidente, dejan de ver las políticas como “trabas” y empiezan a asumir la seguridad como parte de su responsabilidad profesional.

A nivel táctico, es clave que las empresas nativas digitales se pregunten si realmente conocen su superficie de ataque. ¿Tienen inventario actualizado de sus activos en la nube, sus repositorios de código, sus entornos de prueba y producción, sus integraciones con terceros y sus usuarios privilegiados? ¿Cuentan con monitoreo capaz de diferenciar comportamientos normales de patrones sospechosos? ¿Tienen registros suficientes para reconstruir lo ocurrido en caso de incidente? Cada respuesta negativa representa una oportunidad para los atacantes y una alerta temprana para la dirección. Mapear la superficie de ataque no es un ejercicio puramente técnico, es un insumo estratégico para tomar decisiones de inversión y de priorización.

El siguiente paso es aterrizar una hoja de ruta práctica, priorizando acciones de alto impacto y bajo costo frente a aquellas que requieren inversiones mayores. En muchas organizaciones, antes de adquirir nuevas soluciones, existe un amplio margen para fortalecer procesos internos, segmentar accesos, revisar contratos con proveedores tecnológicos, actualizar políticas, depurar permisos y aprovechar mejor funcionalidades ya disponibles en las plataformas actuales. Una estrategia de seguridad funcional no se basa en acumular herramientas, sino en orquestarlas con sentido, reducir complejidad innecesaria y asegurarse de que cada control cumple un propósito claro y medible.

Cuando acompañamos a una empresa nativa digital en este proceso, no llegamos a imponer un modelo rígido, sino a construir junto al equipo un esquema que respete su cultura, su ritmo y su visión de futuro. El foco está en traducir conceptos técnicos a decisiones empresariales: qué implica un tiempo de indisponibilidad para la experiencia del cliente, cuánto cuesta realmente perder una base de datos crítica, qué valor tiene demostrar a un aliado internacional que se cuenta con controles robustos y un plan de respuesta probado. La seguridad deja de ser un tema aislado de “los de tecnología” y se integra en las decisiones de producto, de expansión y de inversión.

Mirando hacia el horizonte 2026–2030, las empresas nativas digitales que sobrevivan y crezcan de manera sostenible serán aquellas que integren la ciberseguridad como parte esencial de su estrategia, no como un apéndice técnico. Ver la seguridad como habilitador de nuevos servicios, como puente hacia mercados más exigentes y como fundamento para modelos de negocio basados en datos es lo que diferencia a las organizaciones que se adaptan de las que solo reaccionan. Si reconoces que tu empresa está dentro de ese 66% que se percibe en riesgo, la pregunta no es si debes actuar, sino cuándo y con quién quieres diseñar un cambio que sea realmente funcional y sostenible en el tiempo.

📅 Agenda: https://outlook.office.com/book/TodoEnUnoNET1@todoenuno.net.co/s/WCrf7fDpEEWYjPz-Nl7l3w2?ismsaljsauthenabled

En este punto, el verdadero reto para las empresas nativas digitales no es descubrir si están o no en riesgo; los datos globales, regionales y locales ya lo han dejado claro. El desafío real es decidir qué van a hacer con esa información y en qué momento dejarán de acumular pendientes para empezar a construir una estrategia de ciberseguridad que hable el lenguaje del negocio. Eso implica que la alta dirección asuma la seguridad como tema recurrente en la agenda, no solo cuando estalla un incidente o cuando un cliente corporativo exige más garantías. Supone pasar del “tenemos que hacer algo” a “este es nuestro mapa de riesgos, estas son las prioridades, estos son los indicadores que vamos a seguir y estos son los aliados que nos acompañarán en el camino”. Requiere, además, entender que ningún modelo de negocio digital es neutral frente a la confianza: cada nueva línea de código, cada integración, cada proceso automatizado refuerza o erosiona esa confianza. Transformar la seguridad en un eje de la propuesta de valor –no en una nota al pie– es la forma más sólida de prepararse para los próximos años. No se trata de vivir asustados, sino de asumir con madurez que el entorno será cada vez más complejo, que la inteligencia artificial seguirá potenciando tanto la innovación como el delito, y que quienes decidan integrar la ciberseguridad en su ADN empresarial estarán mejor posicionados para aprovechar las oportunidades que vendrán, mientras los demás siguen preguntándose en qué momento el riesgo dejó de ser un tema técnico para convertirse en la prueba más dura de su liderazgo.

¿Y SI EL PRÓXIMO CIBERATAQUE NO FUERA UNA NOTICIA LEJANA, SINO EL PUNTO DE GIRO DE TU EMPRESA?

Toma una decisión funcional hoy y empecemos a blindar, de verdad, el corazón digital de tu organización:

🔹 Asesoría en Ciberseguridad Funcional para empresas nativas digitales y en transformación
🔹 Diseño de Arquitectura Segura, Gobierno de Datos y Estrategia de Resiliencia
🔹 Acompañamiento en Cumplimiento Normativo, Protección de Datos y Continuidad del Negocio
🔹 Formación Directiva y de Equipos en Cultura de Seguridad y Respuesta a Incidentes

Hablemos de tu caso y construyamos juntos un plan accionable, medible y alineado con la realidad de tu negocio.

💬 Comunidades y canales adicionales: disponibles bajo solicitud en nuestros canales oficiales.

TODO EN UNO.NET

Queremos darle a conocer nuestra EMPRESA creada en 1995. Todo En Uno.Net S.A.S es fundadora de la Organización Empresarial Todo En Uno.NET. Todo En Uno.Net S.A.S. es una empresa especializada en brindar CONSULTORIAS Y COMPAÑAMIENTO en el área tecnológica y administrativa basándonos en la última información tecnológica y de servicios del mercado, además prestamos una consultoría integral en varias áreas como son: CONSULTORIAS TECNOLOGICAS, CONSULTORIAS EMPRESARIALES, CONSULTORIA MERCADEO TECNOLÓGICO, CONSULTORIA EN TRATAMIENTO DE DATOS PERSONALES, Y con todos nuestros aliados en la organización TODO EN UNO.NET

Publicar un comentario

Esperamos sus comentarios

Artículo Anterior Artículo Siguiente