MUJERES DEL MUNDO
Las mujeres más hermosas
del mundo no son solamente las que desfilan en trajes de baño y vestidos de
noche delante de jueces y de cámaras de televisión. Las verdaderas
finalistas y las ganadoras más hermosas son aquellas que tienen brillo interno
de la gracia y el perdón.
No hay belleza física que
se pueda comparar con la dignidad espiritual o el atractivo de una mujer llena
de paz y bondad en el corazón. Esa mujer reflejará una clase de belleza
interior que hace mucho más que llamar la atención a sí misma. Es
una belleza que es mucho más importante que cualquier cosa trivial.
La verdadera belleza de la
mujer no es corruptible, porque no depende de lo físico y de lo económico, sino
que es la belleza de una forma de ser que reúne la quietud, la humildad, la
ternura y la serenidad. Las mujeres del mundo son alabadas por su belleza
física, por su vivacidad y por su audacia. Pero esas mujeres maravillosas
tienen un molde distinto.
La belleza física de una
mujer es temporal. En cambio, el adorno de un espíritu manso, dulce y
sereno no es una moneda que perece, no se gastará por el uso ni está sujeta a
los valores del mercado. No deja marcas en el alma, ni heridas en quienes
la rodean. Es algo sublime, inconmensurable, la riqueza invaluable de
todo el universo.
FELIZ DIA
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SI YO TUVIERA MI VIDA PARA
VIVIRLA DE NUEVO
Me habría ido a la cama
cuando estaba enferma, en vez de pretender que la tierra se pararía si yo no
estuviera en ella al día siguiente.
Hubiera encendido la vela
rosada en forma de rosa antes de que se derritiera guardada en el armario.
Habría invitado a mis
amigos a cenar sin importar que la alfombra estuviese manchada y el sofá
descolorido.
Habría comido las
palomitas de maíz en el "salón de las visitas" y me habría preocupado
menos de la suciedad cuando alguien quisiese prender el fuego en la chimenea.
Me habría dado el tiempo
para escuchar a mi abuelo divagando sobre su juventud.
Habría compartido más de
las responsabilidades que llevaba mi marido.
Nunca habría insistido en
llevar cerradas las ventanas del carro en un día de verano porque me acababa de
peinar y no quería que mi pelo se desarreglara.
Habría llorado y reído
menos viendo televisión y más mientras vivía la vida.
Nunca habría comprado algo
debido a que era práctico, no se ensuciaba o estaba garantizado para durar toda
la vida.
En lugar de evitar los
nueve meses de embarazo, habría atesorado cada momento y comprendido que la
maravilla que crecía dentro de mí, era mi única oportunidad en la vida de
asistir a Dios en un milagro.
Cuando mis hijos me
besasen impetuosamente, nunca habría dicho "más tarde, ahora ve y lávate
para la cena".
Habría habido más "te
quiero" y más "lo siento".
Dejaría de preocuparme por
las cosas pequeñas.
No me
preocuparía sobre a quién no le agrado, quién tiene más o quién hace
qué. En lugar de eso, atesoraría las relaciones que tengo con
aquellos que de verdad me quieren.
Erma
Bombeck
(Escrito después que ella
descubriera que estaba muriendo de cáncer)