Según expertos del Cesa, el nivel
de endeudamiento es menor en la empresa familiar que en otras de tamaño
similar.
Las empresas familiares, sean un
pequeño negocio o un conglomerado, enfrentan situaciones y retos similares
frente a la toma de decisiones.
Esto se debe a que no es fácil
para estas empresas separar los límites de toma de decisiones del ámbito
económico al familiar.
Múltiples intereses se soslayan o
se enfrentan y hacen que estos procesos tengan lógicas diferentes a las de
otros tipos de empresas y, por tanto, resultados diferentes.
En el grupo de investigación del
Colegio de Estudios Superiores de Administración Cesa se ha venido estudiando
en los últimos dos años los procesos que involucran las decisiones en las
empresas familiares, desde una perspectiva de gobierno corporativo, con el
propósito de indagar dichas lógicas y ofrecer nuevas perspectivas en este
sentido.
Uno de los problemas en el que
este escenario se evidencia con mayor claridad es aquel en el que las empresas
tienen que tomar una decisión respecto a la combinación entre deuda y capital
para financiar su operación y las oportunidades de crecimiento que logran
identificar.
Estas decisiones son de vital
importancia en la medida en que soportan la continuidad de la empresa y tienen
un impacto sobre el valor de la misma.
Sin embargo, y aún cuando durante
más de 60 años se ha discutido el tema en la academia, ha sido imposible
determinar una proporción óptima entre la deuda y el capital, una carta de
navegación que las empresas puedan seguir para garantizar la maximización del
valor de la empresa en beneficio de los accionistas.
Varios factores inciden en las
decisiones que se toman al respecto. Por ejemplo, la primera consideración
naturalmente está en los costos de bancarrota que genera el endeudamiento.
Para los gerentes y empresarios,
tomar deuda implica reducir el costo promedio al que se consiguen los recursos
para financiar la operación siempre que la empresa cuente con utilidades, esté
en capacidad de atender el servicio de la deuda y los recursos se tomen a tasas
inferiores a la rentabilidad que generan los activos.
Esto sucede, entre otras cosas,
por el beneficio tributario que genera el endeudamiento y porque la deuda
siempre será menos costosa que la financiación con el dinero de los
accionistas.
Bajo estas consideraciones, las
empresas deberían contar con tasas de endeudamiento elevadas para aprovechar
los beneficios de la deuda. Pero no se pueden dejar de lado los costos de
bancarrota. Una empresa con alto endeudamiento enfrenta un mayor nivel de
riesgo financiero y está más expuesta a una potencial bancarrota.
Otro factor que incide en la
combinación de deuda y capital que toman las empresas está en las asimetrías de
información entre internos y externos y los costos que estas asimetrías
generan.
El gerente general y su equipo
tienen un mayor nivel de información en relación con los prospectos futuros de
la empresa en comparación con los inversionistas externos.
Esto hace que los precios que
están dispuestos a pagar los potenciales accionistas en una nueva emisión de
acciones regularmente sean inferiores a lo que podrían ser si conocieran en
detalle proyectos y oportunidades de crecimiento que identifica el cuerpo
directivo.
De igual manera, estas asimetrías
hacen que el costo de la deuda sea superior al que podría asignarse a las
empresas si se conociera en detalle la información antes mencionada.
Es por esto que las empresas
prefieren siempre financiar su operación en primera instancia con recursos
generados por la operación antes que tomar nueva deuda o emitir acciones al
mercado.
Pero en las empresas familiares
surgen nuevas consideraciones en relación con las decisiones de financiación, y
específicamente, con el nivel de endeudamiento. Por una parte, se argumenta que
las empresas familiares no toman el nivel de deuda óptimo y siempre toman menos
deuda que compañías con similares características sin involucramiento familiar
debido a la aversión al riesgo de las familias y la concentración de la riqueza
familiar en la empresa.
Sin embargo, otras
investigaciones han demostrado que la deuda es preferida por las familias como
una fuente de financiación en lugar de la emisión de nuevas acciones, lo que
evita compartir el control de la empresa familiar con otra clase de
accionistas.
¿Cómo se comportan las empresas
colombianas en relación con la deuda? Los resultados de las investigaciones en
el Cesa muestran que las empresas familiares jóvenes, aún dirigidas por el
fundador, suelen tomar menos deuda que las empresas con similares
características pero sin el involucramiento de las familias fundadoras o
controladas por otro tipo de accionistas.
Esto sucede principalmente por la
aversión al riesgo que caracteriza a los fundadores, quienes ven en la empresa
la riqueza actual y futura de su familia y que evitan asumir riesgos, como los
relacionados con un proceso de bancarrota debido a un endeudamiento que bajo
una coyuntura especial la empresa no pueda cubrir.
Sin embargo, las empresas
familiares consolidadas, con décadas de operación, en ocasiones dirigidas por
herederos, toman niveles de deuda superiores a los que asumen empresas con
similares características sin la presencia familiar.
Lo anterior puede suceder porque
en el proceso de maduración de la empresa surgen necesidades de financiación
que la riqueza limitada de la familia no puede cubrir. Sin embargo, antes que
financiar dicho crecimiento que permita la participación de nuevos accionistas
en la empresa, las familias prefieren tomar deuda.
Lo anterior resalta una tensión
que afrontan las familias al momento de tomar decisiones relacionadas con la
estructura de capital para sus empresas. Por una parte, prefieren tomar menores
niveles de deuda, siempre que puedan hacerlo, para evitar riesgos de bancarrota
y ‘jugar’ con la estabilidad financiera de la familia.
Sin embargo, cuando las
necesidades financieras se incrementan y superan la capacidad de financiación
que puede otorgar los propietarios a la empresa, las familias prefieren deuda
antes que enfrentar el riesgo de perder el control de la empresa que han
construido.
Esta situación no deja de ser
paradójica, pues en muchos casos la fortaleza que tiene la empresa familiar se
vuelve en su riesgo más alto, al sesgar los procesos de toma de decisiones al
punto de llegar a la posibilidad de sacrificar crecimiento económico en aras de
mantener el control de la empresa, sin considerar incluso que la cesión de
parte la propiedad de la empresa o incluso del control de la misma puede
redituar en un mayor capital para la familia y en mayores rendimientos futuros,
lo que las situaría claramente en una posición desventajosa frente a sus
competidores con estructuras de propiedad diferentes y generaría una
probabilidad mayor de que en el largo plazo tengan una participación menor en
el mercado.