'A las mujeres no nos animan a ser líderes': Sheryl Sandberg

      

'A las mujeres no nos animan a ser líderes'
Sheryl Sandberg es hoy una de las mujeres más influyentes del mundo corporativo.
             

La ejecutiva de Facebook se ha convertido en un fenómeno editorial con su libro 'Vayamos adelante'.

Sheryl Sandberg era una profesional brillante que a sus 40 años ya reinaba en Silicon Valley como jefe de Operaciones de Facebook. Tenía gran prestigio en la industria más innovadora del mundo, una fortuna con la que podría mantener hasta a sus nietos, un marido con el que compartía la mitad de las responsabilidades de la familia y dos hijos adorables. Además, estaba en dos listas top: en la de las 50 mujeres más poderosas, que elabora Fortune, y en la de las 100 más influyentes, de Time.
Pero un día, en el 2010, su vida cambió: dio una charla TED, en la que aconsejó a las mujeres más jóvenes desarrollar sus carreras sin ‘autoboicotearse’. Básicamente, les dijo: “Siéntense en la mesa, participen activamente en las decisiones de su empresa o institución, alcen la voz”. La charla se hizo viral. Unos la criticaron por poner el acento sólo en las conductas femeninas y no en las barreras institucionales y culturales al desarrollo de la mujer; otras la proclamaron su gurú.
Sus reflexiones saltaron el pasado marzo a un libro, Vayamos adelante. Las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderar, durante meses el más vendido en EE. UU. y traducido a 20 idiomas (la versión en español fue prologada por la expresidenta chilena Michelle Bachelet). En el texto, Sandberg revisa su propia vida, sus lecciones y los grandes temas pendientes en el desarrollo femenino, citando estudios de todo el mundo y poniendo énfasis en cómo evitar que las propias mujeres se corten las alas.
Más allá de que las mujeres deben sentarse en la mesa y hacer oír su voz, ¿qué cambios a nivel social y político cree que son necesarios para que puedan participar plenamente en la sociedad?
Creo que faltan tantos cambios por hacerse aún... Por eso necesitamos mejores políticas públicas. Por ejemplo, en EE. UU. no se les paga a las mujeres la licencia por maternidad; ni un solo día. Hay muchas barreras institucionales para nosotras, el trabajo no es suficientemente flexible y se hace en torno a un calendario tradicional que funciona bien para los hombres, pero que no resulta tan efectivo para las mujeres.
Usted también habla de cómo escapar de los estereotipos sociales y culturales.
Sí. Lo que pasa es que nos crían desde niños, en todos los países, pensando que el estereotipo de la mujer líder es que deben ser comunitarias o que deben cuidar a los demás. Esos estereotipos nos limitan, porque afectan la forma como la gente nos mira y porque crean esas barreras internas de las que hablo en mi libro. Por ejemplo, en inglés, les decimos a las niñitas líderes que son bossy.
En español se dice ‘mandonas’.
Exacto. Cuando un niñito toma las riendas o lidera, lo aplaudimos, pero cuando lo hace una niña, le decimos que no lo haga. Durante mi gira con este libro les he pedido a los hombres y a las mujeres del público: ‘Levanten la mano los hombres que han recibido el comentario de que son demasiado agresivos en el trabajo’. Unas pocas manos se levantan, muy pocas. Luego digo: ‘Mujeres, levanten la mano si les han dicho que son demasiado agresivas en el trabajo’. Ahí se levantan todas las manos, y mientras mayor es el cargo, más alto suben las manos. Eso explica en parte por qué las mujeres no se sientan en las mesas directivas tanto como los hombres: porque a ellos se les motiva a hacerlo –tanto metafóricamente como en la realidad– pero a las mujeres no nos animan a ser líderes. Eso es lo que tiene que cambiar.
¿Qué piensa de las políticas públicas de las cuotas, tan populares en Noruega y otros países de Europa?
No hago recomendaciones de políticas públicas en mi libro. No creo que haya una sola receta que valga para todo el mundo. Cada país debe buscar lo que sea mejor para su caso. Lo que sí creo es que, incluso donde se han establecido cuotas, no hay suficientes mujeres líderes. En Noruega, por ejemplo, donde se usa este sistema con algunas de las cuotas más progresistas del mundo, menos del 3 por ciento de las grandes empresas son dirigidas por mujeres.
¿Cómo se cambia el sistema para que la barrera que enfrenta una mujer que quiere trabajar y tener una familia no implique que termine totalmente agotada?
Primero, necesitamos tener una conversación honesta sobre el balance trabajo-vida personal para mujeres y hombres. Doy un ejemplo: en Alemania conocí a un hombre que maneja una agencia de publicidad. Entrevistó a una mujer que quería ser editora de textos. Ella le dijo: ‘Voy a ser su mejor editora, quiero que se me pague tiempo completo, porque voy a hacer el resto del trabajo en casa’. A él le pareció imposible, que no funcionaría nunca para sus clientes, pero vio que la mujer estaba convencida de lo que decía y la contrató. Ella hacía su trabajo de manera muy distinta a los demás: llegaba a las 8 a.m. y se iba a las 2 p.m., no almorzaba con nadie, no salía nunca con los clientes, pero su trabajo era fenomenal. Efectivamente, era la editora de textos más eficiente. Entonces tenemos que dejar de asumir que el trabajo tiene que hacerse de la misma manera como se ha hecho siempre.
¿Y su propio caso?
Antes de tener a mis hijos pasaba 12 horas en la oficina y pensaba que tener un hijo sería incompatible con mi trabajo. Cuando tuve al primero y me di cuenta de que nunca lo veía decidí cambiar las horas en las que trabajo. Descubrí que puedo hacer mi trabajo –e igual de bien– incluso en horas distintas a las habituales. Por lo tanto, mi respuesta a corto plazo es que nos hace falta tener una conversación honesta y tener mejores políticas para que el asunto del trabajo resulte. Y no estoy diciendo que esto se debe hacer para ser buenos con las mujeres. Estoy convencida de que los trabajos que ofrecen flexibilidad atraen a los mejores profesionales.
¿Y la respuesta a largo plazo?
Mi respuesta a largo plazo es que necesitamos más mujeres en posiciones de poder; más mujeres en los gobiernos, más mujeres manejando empresas. En todos los países del mundo el 95 por ciento de las empresas son dirigidas por hombres. Si tuviéramos más mujeres en posiciones de poder en el sector corporativo, en el educacional o en el gubernamental, las políticas serían mejores.
¿Y qué pasa con los roles dentro de la familia? Muchas parejas, cuando inician su vida marital, se dividen las tareas 50-50, pero después de tener hijos caen en una división de roles más tradicional...
Sí, y está siendo generosa, porque no creo que se empiece con un 50-50. A menudo comienza con un 70-30 o un 80-20. Pero es muy difícil darle consejos matrimoniales a la gente; cada matrimonio es completamente distinto. Yo me crié en una familia muy tradicional: mi padre trabajaba fuera del hogar, se encargaba del dinero, y mi madre nos cuidaba. Mi madre tenía una comida caliente en la mesa a las 5 p.m. todos los días. Y tenía que estar caliente: a mi padre no le gustaba la comida fría. Unos 15 años después, cuando a él le tocó cocinar un poco, de repente le pareció que era una superidea ir a comprar sándwiches al Subway. En serio. La verdad es que vi el matrimonio de mis padres cambiar desde algo muy tradicional hacia algo que ahora se considera más igualitario, y sé que es duro.
Sé que un esposo no se levantará un día cualquiera para hacer todas las tareas que su mujer hace, pero creo que ayuda si a los hombres se les presentan algunos datos: dividir las tareas domésticas de manera más equitativa hace que los matrimonios sean más felices. Siempre les digo esto en broma a los hombres: ‘Si quieren tener más sexo con sus mujeres, no les compren flores, laven la ropa’. Y más importante aún, o quizás igual de importante, es que si los padres se dedican más a sus hijos, sin importar el nivel socioeconómico y cuán activa está la madre, esos niños estarán mejor en términos de salud, académicos, profesionales y de su felicidad.
En el libro ‘The End of Men’, Hannah Rosin habla del hecho de que en esta sociedad con cada vez más mujeres empoderadas ellas podrían llegar a no necesitar a los hombres. ¿Cómo cree que las mujeres exitosas pueden desarrollarse sin menospreciar la importancia de sus parejas?
Creo que si uno mira los círculos del poder, al menos hoy es muy difícil hablar del ‘fin de los hombres’. Por ejemplo, el hecho de que en EE. UU. las mujeres hayan obtenido el 30 por ciento de los títulos universitarios durante los últimos 30 años no se ha traducido en un número equivalente de cargos ocupados por ellas en la industria. Cuando uno piensa en el poder y en las decisiones que mandan nuestro mundo, el problema no es el fin de los hombres, sino la falta presencia de las mujeres.
¿Qué opina de la portada de ‘Time’ en la que aparece una pareja en la playa que dice que ‘tenerlo todo’ pasa hoy por decidir no tener hijos?
‘Tenerlo todo’ son las dos peores palabras jamás inventadas. Lo que realmente quieren decir es que las mujeres no pueden tener una carrera y una familia a la vez. El problema es que la mayoría de las mujeres trabajamos tiempo completo. Entonces, ¡no tenemos opción! Y dado que la mayoría tiene que trabajar y que la mayoría tiene hijos, decirles que no pueden tener ambas cosas es muy nocivo, particularmente cuando se les dice a los hombres que sí pueden tenerlo todo. Creo que ese es el lenguaje que debe cambiar. Estamos enseñándoles a nuestros hijos que las mujeres tienen que elegir y luchar, y que los hombres no. Si cambiamos estas suposiciones, podemos llegar a un mundo más igualitario.
¿Está preocupada por el hecho de que, debido a todas esas presiones, muchas mujeres jóvenes están optando por no tener hijos?
Sí. Me preocupa que las mujeres sientan que hay que elegir y los hombres no. Los datos son muy claros: cuando los hombres hacen su parte en el hogar, las mujeres pueden tener ambas cosas si quieren. Muy importante también es brindarles más oportunidades a ellos. Solo el 4 por ciento de los hombres son amos de casa en EE. UU., pero esa cifra es aún más baja en otros países, porque ese rol no es muy bien visto para ellos. Antes encasillábamos a las mujeres en roles muy limitados, y estamos haciendo lo mismo con ellos.
Otro problema es que a las mujeres se les suele pagar menos que a los hombres. ¿Qué consejo les daría para negociar mejor sus salarios?
Existen brechas salariales en todos los países del mundo y aunque esta brecha afecta a las mujeres de todos los estratos económicos, es particularmente perjudicial para las más pobres y sus hijos. Lo primero que hay que acordar es que es inaceptable que a las mujeres se les pague menos. En cada lugar al que voy por mi libro, los presidentes de las compañías me dicen: ‘Usted me está costando mucho dinero, porque las mujeres en mi empresa están pidiendo aumentos de sueldo’. No pretendo que mi libro lo lean solo las mujeres, sino también los hombres con poder en las compañías. Así se preguntarán si les están pagando menos a las mujeres que hacen el mismo trabajo que hombres que ganan más.
Usted afirma que las mujeres ambiciosas y exitosas no son tan apreciadas en nuestra sociedad ¿Cómo lidia usted con eso?
Una de las razones por las que decidí escribir el libro es porque hombres y mujeres que exhiben las mismas conductas son apreciados de manera distinta. Cuando he dicho esto en charlas todos se sorprenden. El sondeo Heidi/Howard (que refleja que los mismos logros son considerados muy positivamente en un hombre, pero como ambiciosos y negativos en la mujer) realmente abre los ojos de mucha gente, y creo que por eso mis charlas han sido tan exitosas. Lo mejor que se puede hacer es crear conciencia, porque la mayoría de la gente no se da cuenta de que es prejuiciosa. No queremos ser así, pero todos lo somos. Cuando nos demos cuenta de eso, lo podremos cambiar.

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