El fenómeno de sobreexposición a la red no es problema de unos pocos. Se ha vuelto una adicción generalizada y socialmente aceptada.
Diciembre es el mes para decidir las resoluciones para el nuevo año: perder peso, hacer más ejercicio, dejar de fumar, bajarle al consumo de bebidas alcohólicas o gaseosas, figuran entre las clásicas. Pero la resolución de moda para esta temporada es la de desconectarse tanto como sea posible del internet.
El fenómeno de sobre- exposición al internet no es problema de unos pocos. Se ha vuelto una adicción generalizada y socialmente aceptada. La fijación obsesiva con las redes sociales, juegos de internet, e-mail y en general con las pantallas que hacen parte de nuestras vidas, es reconocida inclusive por la comunidad médica y hay centros especializados de “desintoxicación” y tratamientos psicológicos para combatir los diferentes síndromes relacionadas con el abuso del internet.
Los más frecuentes planean estadías en hoteles exclusivos, spas, clubes, centros de retiro, donde los huéspedes pueden encontrar desconexión segura. Para quienes tienen dificultades en apagar sus teléfonos, hay hoteles que frecen un botón ‘kill’ que les hace la cosa más fácil.
¿Le ha ocurrido que abre un libro y se encuentra leyendo el mismo párrafo una y otra vez sin poder concentrarse? ¿Los libros que compra se acumulan en las mesas de su casa acusadores, recordándole que no los ha leído por pasar tanto tiempo en el internet buscando información innecesaria, dejándose distraer de un sitio a otro, cliqueando listas de fotos con títulos como ‘los hombres o las mujeres más ricos, o más atractivos o peor vestidos del mundo’?
¿O revisando las redes sociales, publicando comentarios, fotos y demás información que usted cree interesante, o haciendo comentarios a lo que otros han publicado?
¿Cuántas veces al día siente que debe revisar su e-mail? ¿Cuántos de esos recibe y que considera que debe responder de inmediato son vitales o urgentes?
¿Está usted entre los que, sin darse cuenta, han aceptado la falta de concentración, la fragmentación de pensamiento y la división de atención como el precio a pagar por el acceso a la riqueza de información irresistible que ofrece el internet?
¿Se encuentra justificando o racionalizando su necesidad de distraer su atención en el teléfono u otra pantalla?
NECESIDAD IRRESISTIBLE
En general, la adicción es la necesidad irresistible de una sustancia o una actividad que se vuelve tan compulsiva que comienza a interferir en la vida de cada día. Con base en esa definición, se podría decir que gran mayoría de gente de todas edades, ocupaciones, clases sociales, que tiene acceso a aparatos electrónicos son adictos al internet en alguna medida.
Seis horas es el promedio de tiempo que una persona en una oficina cuyo trabajo lo requiere pasa frente al computador, según encuestas globales. Ese promedio no incluye las horas que pasa en línea comprando productos, buscando información en Google o manteniéndose al día en las redes sociales.
He aquí lo que los expertos que estudian ese fenómeno de sobreexposición al internet están encontrando: El cerebro comienza a ansiar la estimulación constante de nueva información por superficial que sea y la gratificación inmediata que produce encontrarla, lo cual da lugar a que, como las ratas de laboratorio o los adictos a drogas, se necesite cada vez más para obtener el mismo efecto.
El acceso libre a información infinita está sobrecargando nuestra capacidad para memorizar. Cuando llegamos a sobrecarga cognitiva, la capacidad para transferir lo que se aprende a la memoria, deteriora. De ahí la dependencia aun mayor a la memoria sin fin del internet.
Y como si adicción, disminución de la capacidad de atención y pérdida de memoria no fueran suficientes, un reciente estudio demuestra que el uso y dependencia de Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat y todo el resto de redes sociales producen strés y depresión.
CONFRONTACIÓN DE EMOCIONES
Después de miles de entrevistas, encuestas y experimentos de laboratorio, los investigadores encontraron que todos esos sitios no son solo acerca de comunicación, diversión y éxito compartido, sino que hay otro lado oscuro y asustante del paradigma porque provocan la confrontación de emociones humanas primarias como envidia, frustración, tristeza, culpa, ansiedad.
Si bien la gente tiende a publicar cosas que les hacen sentir bien, el efecto en la audiencia no es siempre positivo. “De muchas maneras esas plataformas”, dicen los investigadores, “son experimentos gigantes sobre una de las características humanas esenciales que es nuestra naturaleza social. Por eso no debe ser sorpresa que haya consecuencias inesperadas”.
El estrés como efecto del diario bombardeo de solicitudes por parte de ‘ciber-amigos’ pidiendo que les diga si le gusta la nueva foto, o lo que escriben, lo que escuchan, lo que comen, es solo una de tales consecuencias. ¿Listo a desconectarse? Póngalo en su lista para el 2016.