Diariamente, la gente toma unos 700 millones de fotos y comparte la mayoría en redes sociales. Si hoy todo el mundo es fotógrafo, la pregunta es qué pasa con los profesionales de ese oficio.
Cuando Kodak lanzó la primera cámara digital de la historia, en 1975, los fotógrafos entraron en pánico. Si bien la máquina tan solo contaba con una resolución de 0,01 megapixeles, pesaba un poco más de 3 kilos y tardaba 23 segundos en capturar una imagen, sospecharon que el invento marcaría el principio del fin del oficio.
No era la primera vez que esa profesión se daba por muerta. En los años treinta, cuando se popularizaron las cámaras y el revelado, no pocos fotógrafos creyeron que su trabajo ya no era indispensable porque la técnica había dejado de ser un misterio y las personas del común la dominaban sin tener ningún tipo de formación.
Se equivocaron y el tiempo demostró que el oficio seguía vigente. Pero las preocupaciones sobre su futuro, en materia artística y económica, regresaron con las innovaciones tecnológicas en cámaras y celulares, las redes sociales -como Instagram y Flickr- y el discurso de que todo el mundo es capaz de ser fotógrafo.
Actualmente los usuarios del mundo comparten casi 80 millones de fotos al día en Instagram: hoy es fácil capturar una imagen y subirla a internet. Basta tener un celular con cámara, una aplicación que edite imágenes y oprimir el botón de ‘compartir’. Nada se parece a lo que sucedía en el siglo XIX, “cuando había que ser casi alquimista para producir una imagen, revelar, cargar equipos y ampliar”, como sostiene el fotógrafo Camilo Rozo.
Rozo no ve con malos ojos la nueva dinámica pues responde a los cambios naturales de las sociedades modernas, pero considera que “hay una saturación de imágenes en las redes que no permite distinguir entre una buena y una mala fotografía. Y esa masificación también impide reflexionar alrededor de temas como la composición de la imagen”.
En ese mismo sentido, hace un par de años la periodista británica Kate Bevan publicó en The Guardian un artículo titulado ‘Instagram está degradando la verdadera fotografía’. Allí cuestionaba la forma en la que los filtros de esa aplicación, así como los de programas como Photoshop, Hipstamatic y Snapseed, estaban matando la creatividad porque “no son más que una copia de lo que hacían las cámaras Polaroid con las fotografías instantáneas”. Para Bevan, la gran cantidad de fotos de las redes no es sinónimo de variedad pues son imágenes homogéneas y estandarizadas. Incluso llegó a denominarlas una “vergüenza”.
Otros tienen visiones menos críticas. Las redes sociales, sostienen algunos, acercan al público a la fotografía y encuentran en ella una forma de hacerse notar. El fotógrafo Sergio Bartelsman afirma, como otros, que esta sociedad se mueve más por lo visual que por lo escrito: “La fotografía se convirtió en los últimos años en el verdadero lenguaje universal, su uso ya no es exclusivamente artístico, también comunicativo”. No todas las personas que suben imágenes a las redes buscan reconocimiento como fotógrafos ni tienen pretensiones estéticas o artísticas, simplemente tratan de decir algo.
Uno de los grandes retos actuales de los fotógrafos profesionales es convivir con plataformas como Instagram o Flickr. Algunos creen que deben adaptarse a los nuevos formatos: “Un fotógrafo que se limite a tomar fotos está perdido. En el mundo digital, donde hay tanto contenido, es fundamental contar con autenticidad, talento y construir una obra diferente a lo que ya se ha hecho”, dice la fotógrafa Viviana Peretti, profesora de la Universidad de los Andes.
No es descabellado pensar que las grandes innovaciones en el arte de la fotografía en los próximos años provengan de dispositivos móviles. El camino ya está trazado: en 2015, la eritrea Malin Fezehai ganó el premio World Press Photo en la categoría Vida Cotidiana, con una imagen hecha con un iPhone en la que retrataba la boda de una pareja de refugiados en Israel. Es diciente que el jurado que concedió el premio, por primera vez a una fotografía tomada con un dispositivo móvil, argumentó para hacerlo la capacidad de la autora de contar una historia conmovedora.
Pero más allá de lo estético y de la gran oportunidad de la fotografía de crecer como arte, las nuevas plataformas y la inmediatez de las redes sociales plantean interrogantes y preocupaciones para quienes subsisten con este oficio.
Hoy las fotos se almacenan en el celular, en la nube o una USB. “Los ingresos ahora van dirigidos a firmas de cámaras y celulares como Canon, Nikon o Mac”, dice el fotógrafo Camilo George. Así, entre muchos otros, en el ámbito local han perdido terreno negocios emblemáticos de estudio como Foto Zambrano o Foto Japón, e incluso, los fotógrafos que se paraban en las plazas públicas a retratar a las parejas de novios, familias o niños.
Pero ellos no son los únicos preocupados: los reporteros gráficos también se muestran inquietos, sobre todo ante la inmediatez del boom tecnológico. Leonardo Muñoz, fotógrafo de la agencia EFE, no cree que su profesión esté en riesgo, pero admite que “cada vez es más difícil competir con los ‘reporteros ciudadanos’ a los que les basta tener un celular y estar cerca a la noticia”. Hay varios ejemplos: las primeras fotos y videos de tragedias como los atentados de Bruselas o el tiroteo del teatro Bataclán, en París, fueron publicados por personas que capturaron las imágenes con sus dispositivos móviles. Ante eso, asegura Muñoz, no hay otra forma que ofrecer a las audiencias contenidos novedosos.
Los nuevos fotógrafos no solo surgen por el desarrollo tecnológico de las cámaras y equipos que operan sin mayor complejidad. Ahora también por la aparición de programas académicos que profesionalizan el oficio. Y este crecimiento de la mano de obra, como es natural en el mercado, perjudica el salario. Como dice George, “la fotografía es de las pocas áreas que no se ha dado el lujo de aumentar el costo de sus honorarios en los últimos años”.
El panorama para los fotógrafos de cara al futuro no parece ser alentador. Sin embargo, históricamente han sido capaces de sacar lo mejor de las novedades e imprevistos que se le presentan a su trabajo, y lo que parece ser una crisis, lo transforman en una oportunidad. Seguramente, esta no será la excepción.
Unas cifras reveladoras
Hoy se suben diariamente a internet más fotografías que las que se produjeron a lo largo de todo el siglo XIX.
- Instagram cuenta con más de 400 millones de usuarios alrededor del mundo, quienes publican cerca de 80 millones de fotos diariamente.
- En Twitter se divulgan más de 500 millones de tuits diarios, la mayoría de ellos acompañados de fotografías de eventos políticos, deportivos o de entretenimiento.
- En Facebook se suben en promedio 350 millones de fotos por día.
- En 2015, los usuarios de Flickr difundieron en la página más de 50 millones de fotos mensuales. Unos 600 millones en todo el año.