Internet corre el riesgo de fracturarse

Pekín, Bruselas, Washington y Silicon Valley tienen visiones contrapuestas para la red.


Hoy en día se considera que hay cuatro tipos de internet, los cuales se engloban en cuatro ideologías diferenciadas según las personas o entidades que los han impulsado. 

La mayoría de nosotros hemos vivido con internet a través de su aplicación más común, la red informática mundial, durante un cuarto de siglo. Parece tan confiable como la electricidad o el agua potable, y se reconoce como una infraestructura crítica. Pero internet no es tan sustancial como parece; depende de un acto de equilibrio precario tras bambalinas, donde los problemas técnicos se abordan en medio de enfrentamientos políticos.

Aunque algunos comentaristas han comenzado a hablar de un ‘splinternet’ (internet dividido) que dividiría el mundo en las esferas de influencia de Estados Unidos y China, yo diría que esto subestima las divisiones. De hecho, si se observa a través de un lente geopolítico, el monolítico e inalterable internet se disuelve en al menos cuatro agrupaciones.

¿Por qué cuatro internet, y no 400 o 4.000 millones? Cuatro ideologías son particularmente influyentes, porque han sido adoptadas por actores a niveles estatales con los recursos suficientes como para impulsar sus visiones, financiar la ciencia en las que se basan y, fundamentalmente, ‘vendérselas’ a los aliados.

Los cuatro internet actualmente coexisten en un estado de paz incómoda e incluso albergan un parásito. Pero no están en equilibrio. Es posible que uno o dos se salgan del cuadro, y uno o dos se vuelvan dominantes, transformando así el espacio público en línea con repercusiones para la política, el comercio y la sociedad civil.

La tecnología de internet tiene dos requisitos técnicos principales: descentralización (nadie a cargo, cualquiera puede unirse) e identificación (a través de una única dirección de protocolo). El original - el ‘internet abierto’ de Silicon Valley - aprecia la descentralización y la apertura y la libertad que ésta permite.

Pero el sistema de identificación ha generado amenazas a la privacidad y la apertura ha permitido el troleo y las noticias falsas. Por eso los críticos en Bruselas y en otros sitios exigen un ‘internet burgués’ bien educado y regulado.

El tercero es ‘internet comercial’, que recibe apoyo particularmente de la administración Trump y otros legisladores de Washington. Valoran la innovación que la recolección de datos y el oligopolio facilitan, pero se resisten a la visión abierta de Silicon Valley.

El cuarto, el ‘internet autoritario’, el cual Pekín defiende, utiliza la tecnología para monitorear e influir en la interacción social con el fin de abordar la seguridad, la cohesión social, la salud y el bienestar, el transporte o el cambio climático.

No debemos olvidar el parásito: una ética de piratería anárquica aliada al nacionalismo paranoico que utiliza internet para propagar la desconfianza. No le interesa qué internet afecte, siempre que haya uno que pueda trolear.

Sin embargo, el internet autoritario es el verdadero dilema. Todos los gobiernos desean lograr buenos resultados, e internet es una herramienta poderosa para ‘empujar’ a los ciudadanos a comportarse de forma particular. Pero los ‘empujones’ y la cohesión social pueden convertirse en control y sometimiento. Eventualmente, la apertura esencial de internet podría verse amenazada.

Las tendencias tecnológicas hacen que esto sea un problema. Creo apasionadamente que la inteligencia artificial puede ser una fuerza para el bien. Los algoritmos de la inteligencia artificial están alimentados por datos creados por la web, el comercio electrónico y las redes sociales. Los datos están altamente regulados en Europa, un mercado fragmentado. Están menos fragmentados en EE. UU., donde la ventaja correspondiente beneficia a su sector privado. En China, la regulación de datos es estricta y sus gigantes tecnológicos privados se adhieren a la línea del gobierno y del partido comunista.

Esto no es un argumento contra China. Pekín tiene derecho a regular internet como le parezca, y hasta cierto punto, todos los gobiernos consideran que el internet autoritario es atractivo. Un internet próspero que priorice a las personas primero debe aprovechar todas estas culturas y preferencias ideológicas.

En estos momentos debemos reconocer esta diversidad, mientras trabajamos arduamente para garantizar que los estándares de la red global permanezcan abiertos y que la gobernanza se ajuste a los principios comunes. La tecnología puede promover la independencia y la estabilidad social en diferentes sociedades, si respeta sus valores intrínsecos.

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