Las asimetrías de información y los costos de transacción afectan al sistema alimentario haciéndolo ineficiente en un momento crítico para la humanidad. La revolución digital se perfila como un mecanismo para solventar esta situación.
En los últimos 50 años la población mundial se ha más que duplicado, superando los 7.700 millones de personas, y a pesar de que la producción global de alimentos alcanzaría para cubrir las necesidades de todos los miembros de la especie, lo cierto es que hoy el sistema alimentario está aún lejos de contribuir a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con el hambre. El número de personas que padecen desnutrición ha venido en aumento desde 2014, y preocupa que uno de cada cinco niños menores de cinco años sufre retraso del crecimiento, un problema que provoca serias consecuencias negativas en la productividad y en los ingresos durante toda la vida.
A esta incoherencia se suma el hecho de que la agricultura contribuye con un 24 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, consume el 70 % del agua dulce y ha provocado la pérdida del 60 % de la biodiversidad de vertebrados desde la década de 1970. El costo de estas externalidades negativas llega a USD 12 billones, de acuerdo con la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo. Es por ello que se vuelve imprescindible hacer más eficiente el sistema alimentario, y una de las herramientas de la que se puede valer para lograrlo es la revolución digital.
Es importante que se logre avanzar lo antes posible en el tema, pues en la actualidad cerca de 100 millones de personas están bajo amenaza de caer en la pobreza debido a los efectos económicos de la pandemia, según lo expone el informe Perspectivas Económicas Mundiales de junio de 2020 del Banco Mundial.