iPad, la tableta por antonomasia? Y una mirada al Air de 4ª generación

Recuerdo que cuando yo era pequeño, no era poco común ver gente que entraba a las tiendas del barrio y pedía una Cocacola de naranja si quería una Fanta, o una Cocacola de manzana si quería una bebida de ese sabor. Entonces, la gente usaba el nombre propio de la Cocacola para referirse a cualquier gaseosa (salvo, tal vez, a la Colombiana). Lo mismo que llama kleenex a cualquier pañuelo facial, así no sea de Kimberly-Clark, o post-it a todas las notas adhesivas, así no sean las producidas por 3M.

Como uno no compra tabletas con la frecuencia que compra gaseosa, pañuelos faciales o notas adhesivas, no puedo decir a ciencia cierta que la gente en general se refiera a todas ellas como iPad, así no sean las producidas por Apple; pero sí puedo decir que he recibido consultas de personas que querían saber qué iPad comprar, cuando lo que realmente querían comprar era una tableta, sin importar la marca.

A diferencia del mercado de los celulares inteligentes, en el que Apple golpeó primero, pero paulatinamente fue cediendo los lugares de privilegio a Samsung, Huawei y Xiaomi (con algunos repuntes, pero sin ejercer un domino consistente), en el mundo de las tabletas la marca de la manzana se apoderó del primer lugar y no se ha bajado de él desde que lanzó al mercado el primer modelo de iPad, por allá en 2010.

El esplendor llegó en 2014, cuando en el mundo se vendieron más de 230 millones de tabletas (entre todas las marcas), pero desde entonces las cifras anuales han ido a la baja. Es cierto que las ventas se han incrementado durante algunos trimestres, pero las cifras anuales tienen una tendencia negativa; sin embargo, no hay que desconocer el hecho de que el crecimiento durante el segundo y tercer trimestre de 2020 (18,6 % y 24,9 %, respectivamente, según cifras de IDC) genera buenas expectativas sobre los resultados del cuarto trimestre y del año entero.

La reducción del mercado global podría indicar que las tabletas se han afianzado en nichos cada vez más específicos (tampoco es que tiendan a desaparecer). Los precios supereconómicos le dieron resultado a Amazon durante un par de trimestres, pero en el último reporte Samsung está de nuevo en el segundo lugar y Apple se conserva en el primero con 29,2 % del mercado, casi 10 puntos más que su inmediato seguidor.

Pero más allá de las cifras, la consistencia de Apple también se manifiesta en la calidad y funcionalidad de sus iPad, que no ceden el liderazgo en número de unidades vendidas, a pesar de que conservan la misma tendencia de la compañía en prácticamente todas sus líneas de productos: son caros; más caros que las tabletas de la competencia, pero –al menos desde mi punto de vista personal– su precio se justifica más o al menos genera menos resistencia que pagar 5 millones de pesos por un celular inteligente.

Desde el primer iPad de 2010 hasta nuestros días he tenido la oportunidad de utilizar –como propietario, como herramienta de trabajo o como beneficiario de un préstamo– prácticamente todas las variedades de iPad que han salido al mercado: el de siempre, el Mini, el Air, el Pro–. Este último era el que más me había gustado, pues su pantalla sin botones y la segunda generación del Apple Pencil (su complemento ideal) satisfacían mi deseo de mantenerme actualizado en tecnología, sin renunciar a mi costumbre de escribir a mano, con ‘lápiz y papel’.

Bueno… claramente esa parece una aproximación simplista de lo que puede hacer una tableta si se piensa en el lápiz y el papel solamente como utensilios para tomar notas. Pero al mezclar la funcionalidad con la tecnología, ese lápiz y papel sirven también para dibujar, diseñar, escuchar y escribir música, usar aplicaciones laborales, educativas, personales; editar videos, tomar fotos, retocarlas, distribuirlas; manejar las redes sociales, jugar, navegar por Internet, revisar el correo, aprender con Realidad Aumentada…


La lista es larga y solamente limitada por la imaginación de los desarrolladores, que ponen millones de aplicaciones de todo tipo al alcance de los usuarios en las tiendas en línea. Y cuando en el párrafo anterior dije «tableta» no quise decir solamente iPad. Las que he enumerado son ventajas del mundo de las tabletas en general, independientemente del fabricante. Pero, personalmente, creo que Apple las entrega a los usuarios de una mejor forma en el iPad.

Con el anuncio del iPad Pro, Apple enfocó su campaña en mostrar que la tableta podía reemplazar al computador… Bueno, que me digan eso cuando pueda ejecutar Logic Pro en el iPad (una de las herramientas que más utilizo), porque si la capacidad de cómputo es suficiente, pero las aplicaciones no están disponibles, el asunto del reemplazo puede ser realidad para algunos segmentos del mercado, pero apenas una ilusión para otros. Pero el hecho de que los nuevos Mac tengan chips –los M1– basados en la misma arquitectura de los que utilizan los iPad (y los iPhone) muestra una ruta clara en la evolución que le da más sentido a la afirmación.

Por otra parte, hace un poco más de un año publiqué una nota en Impacto TIC con la opinión de varios colegas que me ayudaron a encontrar una explicación al descenso continuo del mercado de tabletas. Y alguno de ellos decía que no valía la pena invertir tanto dinero en un equipo, cuando un celular inteligente hace lo mismo. Y puede que su opinión sea cierta en términos de funcionalidad, pero hay cosas que se pueden hacer mucho más fácilmente y mejor en una pantalla de 10 pulgadas (o más) que en una de un poco menos de 7, de manera que tampoco estoy convencido de que un smartphone pueda reemplazar por completo a una tableta.

En ese orden de ideas, sigo pensando –como lo expresé entonces– que las tabletas están en una incómoda posición entre el smartphone y el portátil, en la que (¿todavía?) no reemplazan por completo a ninguno de los dos, pero en la que ninguno de los dos las remplaza por completo a ellas. Y es por eso que hay categorías de usuarios a los que una tableta les sirve más que los otros dos o como complemento de los otros dos.

iPad Air de 4ª generación: el hermanito menor del iPad Pro

Dicho lo anterior, no tengo completamente claro en qué categoría de usuarios me encuentro yo, porque la tableta no es mi dispositivo principal, pero me resulta bastante útil para realizar la gran mayoría de tareas que llevo a cabo en mi computador de escritorio y otras que definitivamente no me gusta hacer ni siquiera en el portátil.

En el iPad navego por Internet, realizo compras en línea, reviso el correo, oigo música, dibujo (me encanta hacerlo, pero no soy muy talentoso), veo películas (creo que la experiencia del cine es irreemplazable, pero cada vez recurro menos al televisor en su lugar), series que antes solía ver en televisión, accedo a mis aplicaciones laborales, personales… bueno, creo que eso ya lo había dicho más arriba: dejémoslo en que en el iPad que utilizo ahora tengo 176 aplicaciones, entre aquellas de productividad, entretenimiento, ocio, utilidades, juegos…

No sé cuantas de ellas uso apenas un par de veces al año (son muchas), pero ahí están cuando las necesito. Algunas de esas me permiten tomar medidas y organizar los muebles de mi habitación antes de moverlos; otra era ideal para ayudarme a empacar maleta cuando viajar no era un riesgo para la salud… algunas están ahí sin necesidad, como Waze, pues esa solo la uso en el celular, pero no la desinstalo de la tableta, tal vez por lo mismo que uno no bota esa cajita que lleva 10 años debajo de la cama porque de pronto puede servir para algo.

En la actualidad uso un iPad Air de 4ª generación, con un Apple Pencil de segunda generación y un Magic Keyboard que me prestaron hace unos meses para conocer esta actualización de la línea, que llegó a Colombia en octubre de 2020. Y he de decir que aunque el iPad Pro sigue siendo mi preferido, si no se tratara de un préstamo sino de una compra, no habría tenido que pensarlo mucho para decidirme por este Air, que es como el hermanito menor del Pro.

De octubre a hoy, seguramente ya todos habrán leído muchas reseñas y tendrán más o menos claros los atributos de este dispositivo, de manera que me concentraré más en la experiencia que en los detalles técnicos. Y voy a comenzar por la conclusión: a pesar de que sigo pensando que los dispositivos de Apple en general son caros, y aunque creo que un iPad Air con 64 GB de almacenamiento por un poco menos de 3,3 millones de pesos sigue siendo costoso, me parece que tiene más sentido y me seduce más que un smartphone de 5 millones de pesos.

Los prácticamente 4 millones de pesos que cuesta la opción de 256 GB (supongo que tendrán los 1.000 pesos de vueltas) se acercan más a mi gusto, aunque se alejan de mi presupuesto; pero dado que no es mi dispositivo principal, creo que con 64 GB y la opción de sincronizar archivos con mi computador puedo sobrevivir.

Este dispositivo tiene un procesador A14 Bionic, el más avanzado de Apple para dispositivos móviles, que es incluso superior al de los modelos más recientes de iPad Pro. Y, salvo el reconocimiento facial, ofrece las mismas funcionalidades, incluida la tecnología Neural Engine de Inteligencia Artificial y la pantalla sin botones, de manera que si el presupuesto es más corto, es una muy buena alternativa. Por otra parte, el iPad Pro que tuve la oportunidad de probar tenía pantalla de 12,9 pulgadas, que era perfecta para algunas aplicaciones, en especial para las relacionadas con dibujo, diseño y edición de videos, por ejemplo; para otras, sin embargo, tanto tamaño era más bien incómodo; por eso siempre me pregunté si el iPad Pro de 11 pulgadas no sería mejor para mí. Las 10,9 pulgadas del Air me dejaron ver que tal vez esa sí era una mejor opción.

Nota mental: la pantalla del iPad Air, como ya es tradicional, es extremadamente sensible a las huellas, por lo que una buena microfibra para mantenerla limpia debería ser un accesorio incluido en la caja.

Frente al iPad Pro de 11 pulgadas con 256 GB de almacenamiento, la diferencia de precio es de ‘tan solo’ medio millón de pesos, pero –aunque suficiente– la capacidad de procesamiento del chip A12Z Bionic del Pro ya es menor que la del A14 Bionic del Air más reciente, de manera que tomar la decisión involucra necesidad de procesamiento y arqueo de caja.

Una de las ventajas del iPad Air, como su nombre lo sugiere, es su peso, un atributo que se vuelve prácitcamente irrelevante si el dispositivo se monta sobre el Magik Keyboard. Pero debo decir que este teclado realmente me ha sorprendido. Como no es un lanzamiento nuevo no voy a entrar en detalles, pero es el teclado más consistente que he probado en un dispositivo móvil; tiene trackpad, es retroiluminado y tiene una conexión USB tipo C. Siempre pensé que el compañero ideal del iPad era el Apple Pencil y nunca pensé en un teclado diferente al táctil de la pantalla. Pero luego de trabajar con el Magic Keyboard admito que el peso adicional que le agrega al iPad Air resulta un inconveniente menor frente a su funcionalidad.
Y sobre el Apple Pencil, simplemente recordaré que ya he mencionado dos o tres veces que lo considero el compañero ideal del iPad, en especial si es el de segunda generación, que ofrece un diseño y un sistema de carga que me desconcierta cuando pienso en el de primera generación, cuya funcionalidad no tiene mucho que envidiarle a la de su sucesor, pero cuyo diseño (lo que incluye el sistema de carga) siempre me ha parecido uno de los mayores ‘descaches’ de Apple. El de segunda, basta ponerlo sobre el borde magnético del iPad y listo.

Claro, el teclado y el lápiz implican un consumo de batería importante, de manera que las 10 horas de duración que ofrece Apple se reducen bastante si se hace un uso intensivo de estos accesorios, de manera que el cargador siempre debe ir en la misma maleta en la que se transporte la tableta.

Como de eso tan bueno no dan tanto, pues es importante recordar que el Magic Keyboard y el Apple Pencil de segunda generación no vienen incluidos en la caja del iPad Air. Son accesorios que se compran por separado y que entre los dos suman 2,25 millones de pesos (700.000 del lápiz y 1.550.000 del teclado). Es decir, el costo final del iPad Air de 4ª generación con el teclado y el lápiz estaría cerca de los 5,5 millones de pesos… Y ahí es cuando el reloj marca las 12 y la princesa pierde su encanto. Eso es mucha plata…

A pesar de todo, sigo pensando que el iPad es la tableta por antonomasia y que no es coincidencia que, a pesar de su alto costo, cabalgue tranquilo en el primer lugar de un mercado que se ha reducido, pero en el que la relación costo-beneficio puede resultar más importante para los usuarios a la hora de comprar. Si solo se tratara de la funcionalidad, el iPad Pro seguiría siendo mi preferido; pero al combinar funcionalidad y presupuesto (sin incluir los accesorios, claro), me inclino por el más reciente iPad Air.

Creo que si una persona nunca ha usado el iPad con el Apple Pencil se está perdiendo de una gran experiencia; si nunca lo ha usado con el Magic Keyboard, se pierde de mucho, pero puede sobrevivir sin hacerlo. Pero luego de haber usado la tableta con los dos accesorios, es difícil pensar en usarla sin alguno de los dos. Buen trabajo de Apple para antojar y crear la necesidad, pero muy cruel cuando la ecuación involucra la billetera. Así es, así ha sido y así seguirá siendo, qué le vamos a hacer.

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