Ciberamenazas 2026: IA financiera, fraudes móviles y el nuevo riesgo que las empresas no están viendo



Durante tres décadas he visto cómo la tecnología avanza, sorprende y, en ocasiones, desconcierta. Pero pocas veces habíamos estado frente a un escenario que combina tres fuerzas tan poderosas como las que hoy convergen: inteligencia artificial maliciosa, expansión masiva de pagos móviles y organizaciones con brechas de seguridad que siguen creyendo que “a mí no me va a pasar”. El informe publicado recientemente anticipa para 2026 un aumento sin precedentes de ciberamenazas financieras impulsadas por IA y un crecimiento explosivo de fraudes dirigidos específicamente a pagos móviles. Y aunque esto podría sonar lejano o exagerado, la realidad es más simple y más cruda: ya está ocurriendo. En América Latina, los ataques financieros crecieron de manera acelerada en los últimos meses, y la sofisticación detrás de cada amenaza demuestra que los ciberdelincuentes operan hoy con una capacidad técnica que antes solo tenían los grandes laboratorios tecnológicos. 

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Cuando inicié en el mundo tecnológico a finales de los años ochenta, la seguridad informática se reducía a proteger un servidor, instalar un antivirus y mantener un respaldo en algún medio físico. Era suficiente. Hoy, treinta años después, el panorama no solo es distinto: es radicalmente más complejo. La inteligencia artificial ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en herramienta diaria; y así como transforma la manera en que las empresas venden, atienden, automatizan y generan valor, también impulsa nuevas formas de fraude, ataque y manipulación. La predicción para 2026 no es alarmista: es realista. Y como consultor que ha acompañado a miles de empresas en su salto digital, puedo decir que la seguridad debe empezar donde siempre debió estar: en la funcionalidad, la cultura organizacional y el sentido humano.

Lo que el informe reciente señala —y que hoy vemos en campo a través de diagnósticos de infraestructura, revisiones de cumplimiento normativo y análisis de ecosistemas digitales— es que estamos entrando en una etapa donde el ciberdelito ya no será genérico, ni masivo, ni rudimentario. Será personalizado, contextual, inteligente y dirigido. La IA no atacará “en masa”; atacará “en función del perfil financiero”. Y ese pequeño detalle lo cambia absolutamente todo.

Las empresas latinoamericanas, especialmente las pequeñas y medianas, enfrentan dos extensiones del riesgo que históricamente han sido subestimadas: la dependencia de los pagos móviles y la falsa sensación de control que generan sus aplicaciones financieras. El crecimiento del dinero digital ha sido una bendición para la eficiencia, pero una tormenta perfecta para las nuevas amenazas. Los criminales no necesitan asaltar una entidad bancaria. Solo necesitan acceder a un smartphone sin protección, a un usuario distraído o a un proceso interno sin controles.

La IA maliciosa ya puede analizar patrones de comportamiento, imitar voces, generar mensajes que parecen legítimos e incluso crear perfiles digitales completos para engañar sistemas de verificación. Esto significa que la ingeniería social tradicional —aquella del correo sospechoso y los mensajes con errores ortográficos— ha quedado atrás. La próxima generación de fraude será capaz de imitar al gerente financiero, pedir transferencias urgentes, reproducir la voz del director, replicar logos corporativos con precisión y manipular procesos internos sin levantar sospechas. He visto empresas confiadas perder dinero en minutos por una simple ausencia de protocolos. Y si esto ocurre hoy, imagina el tamaño del riesgo en 2026.

Pero no se trata solo de empresas. Los usuarios individuales también están en la mira. El auge del comercio móvil, las billeteras electrónicas, los pagos por QR y las aplicaciones que integran tarjetas, créditos y movimientos bancarios, convierten al teléfono en un “cajero sin paredes”. Esa condición facilita la vida, pero aumenta la exposición. En nuestras consultorías tecnológicas hemos encontrado comportamientos que parecen mínimos pero que abren puertas enormes: claves guardadas en notas, dispositivos sin bloqueo, descargas de aplicaciones no oficiales, conexiones en redes públicas, autorizaciones de accesos innecesarios y uso simultáneo de cuentas personales y corporativas.

Es aquí donde la narrativa cambia y toma una dimensión más profunda. La seguridad deja de ser técnica y se convierte en cultural. Ningún antivirus, firewall o sistema SOC podrá proteger a una empresa cuyo equipo humano no comprenda la responsabilidad detrás de cada clic, de cada descarga y de cada dato compartido. Lo he dicho durante años: la seguridad no se instala, se forma. La tecnología protege, pero la cultura garantiza.

Por eso, cuando analizamos lo que viene para 2026, debemos entender que el reto no es únicamente anticipar ataques, sino preparar la organización para operar de forma consciente, segura y estratégica. La predicción de malware impulsado por IA, troyanos bancarios que circulan a través de aplicaciones de mensajería, fraudes personalizados y estafas móviles no debe verse como un fenómeno técnico aislado. Es una señal de madurez para las empresas: o se transforman con sentido funcional o quedarán expuestas.

En TODO EN UNO.NET hemos insistido en una verdad que con el tiempo se vuelve más evidente: “Nunca la tecnología por la tecnología en sí misma, sino la tecnología por la funcionalidad”. Y es precisamente en momentos como este donde esa filosofía cobra verdadero sentido. La funcionalidad exige que cada acción, cada herramienta y cada proceso aporte valor, claridad y seguridad. En un entorno donde los datos son la nueva riqueza, las transacciones son el nuevo ADN institucional y los dispositivos móviles son la nueva oficina portátil, ignorar la seguridad es caminar con los ojos vendados hacia un terreno minado.

He acompañado empresas que crecían aceleradamente y, sin embargo, se sostenían sobre una infraestructura débil. También he visto organizaciones pequeñas que, gracias a una estructura funcional clara, lograron defenderse de ataques complejos. La diferencia nunca ha sido el tamaño. Siempre ha sido la cultura, la visión y la decisión de transformar la manera en que entienden su relación con la tecnología.

Aquí es donde la IA se convierte en un actor dual. Si bien potencia el ciberdelito, también abre la puerta a la defensa inteligente. Sistemas capaces de identificar anomalías, detectar patrones sospechosos, bloquear conexiones inesperadas, verificar comportamientos inusuales y anticipar riesgos antes de que el usuario los perciba. Esa es la verdadera revolución que las empresas deben abrazar: no temer a la IA, sino incorporarla a su estrategia de protección.

Y si ampliamos la visión, encontramos algo aún más relevante. Los ataques financieros ya no buscan únicamente robar dinero. Buscan robar identidad, credenciales, acceso a cuentas corporativas, datos de clientes, movimientos contables, información de proveedores y detalles que permiten extorsiones, suplantaciones y manipulación digital. Por esta razón, el cumplimiento normativo deja de ser un documento y se convierte en una estrategia vital. La protección de datos, la gobernanza, los controles internos y las políticas de seguridad no pueden seguir siendo vistos como burocracia. Son la nueva defensa empresarial.

Me encuentro a menudo con directivos que creen estar “seguros” porque su empresa nunca ha sido atacada. Y les recuerdo algo que aprendí hace años: la ausencia de ataque no es una señal de seguridad, sino de invisibilidad temporal. Cuando los ciberdelincuentes utilizan IA para seleccionar objetivos, analizar vulnerabilidades y priorizar víctimas, la invisibilidad deja de ser un refugio. Ya no se ataca por tamaño, sino por facilidad.

Ahora, hablando del usuario común, los fraudes móviles representan un riesgo especialmente delicado porque se normalizan. Se aceptan solicitudes de transferencia sin verificar, se comparten códigos porque “parecen urgentes”, se autorizan pagos por aplicaciones no oficiales y se permite que la comodidad supere la prudencia. La predicción de ataques para 2026 no es un pronóstico técnico; es un llamado a la responsabilidad digital.

Cada vez que converso con jóvenes empresarios, con emprendedores, con equipos administrativos o con directivos de grandes organizaciones, les digo lo mismo: la ciberseguridad no es un gasto; es un seguro de continuidad. No se trata de evitar problemas, sino de evitar pérdidas. Y cuando hablamos de pérdidas, no nos referimos solo al dinero: hablamos de reputación, confianza, credibilidad, datos, clientes y relaciones. Todo negocio tiene un activo fundamental: la confianza. Un ataque puede fracturarla en segundos.

Por eso, la conversación sobre 2026 debe crecer. No basta con entender que la IA potenciará el ciberdelito; debemos asumir que la IA también será fundamental para la defensa. No basta con reconocer que habrá un aumento en fraudes móviles; debemos fortalecer la educación digital. No basta con saber que los troyanos financieros evolucionarán; debemos revisar procesos internos, accesos, permisos, políticas y hábitos.

Después de más de 30.000 publicaciones y tres décadas de acompañar organizaciones en Colombia y Latinoamérica, sigo creyendo en un principio inquebrantable: la transformación digital debe ser ética, humana y funcional. La tecnología no puede reemplazar el criterio, ni la IA puede ocupar el lugar del juicio humano. Pero sí puede potenciarlo.

2026 no será un año de miedo. Será un año de decisiones. Las empresas que se preparen, que adopten modelos de gestión funcional, que fortalezcan sus procesos, que eduquen a sus equipos y que integren IA ética en su estructura operativa, verán en este nuevo escenario una oportunidad de fortalecimiento. Las que lo ignoren, enfrentarán un riesgo que ya no será opcional.

La seguridad del futuro no se basa solo en herramientas. Se basa en visión. Y como he repetido durante toda mi trayectoria: la tecnología debe servir para hacer más fácil lo que antes era difícil, no para complicar lo que antes funcionaba. El desafío está en usarla con propósito.

Atracción, conversión y fidelización conforman un ciclo que siempre he defendido como la base de todo proceso estratégico. En el contexto de las ciberamenazas que se anticipan para 2026, este ciclo toma un nuevo significado. La atracción no consiste solo en captar clientes, sino en atraer conciencia, responsabilidad y visión funcional hacia la protección digital. Una empresa informada es una empresa más fuerte. Cuando entendemos que la IA maliciosa, los fraudes móviles y las nuevas formas de suplantación no son riesgos ajenos, sino realidades emergentes, damos el primer paso hacia la transformación.

La conversión llega cuando esa conciencia se convierte en acción. Cuando el empresario decide revisar sus procesos internos, actualizar sus sistemas, educar a su equipo y solicitar acompañamiento especializado. En TODO EN UNO.NET hemos visto cómo una decisión oportuna cambia por completo el destino de una organización. Convertir el temor en estrategia es una decisión valiente y profundamente humana.

La fidelización es el paso final: no como un concepto comercial, sino como una relación perdurable entre la empresa, su cultura y su estrategia digital. Una organización que adopta prácticas seguras genera confianza interna y externa. Sus clientes sienten tranquilidad. Sus equipos se sienten respaldados. Sus socios la ven como una entidad moderna, ética y preparada. Ese es el verdadero impacto de una cultura funcional: la sostenibilidad.

2026 no será un año de amenazas, sino de oportunidades para quienes decidan evolucionar. Porque toda revolución tecnológica exige liderazgo humano, ética corporativa y visión estratégica. Y cuando la funcionalidad es el eje, esa revolución siempre juega a favor.

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Frase final personalizada:
“En tiempos de inteligencia artificial, la verdadera diferencia la marca la inteligencia humana que sabe anticipar, proteger y transformar.”

Julio César Moreno Duque
Fundador – Consultor Senior en Tecnología y Transformación Empresarial
👉 “Nunca la tecnología por la tecnología en sí misma, sino la tecnología por la funcionalidad.”
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Queremos darle a conocer nuestra EMPRESA creada en 1995. Todo En Uno.Net S.A.S es fundadora de la Organización Empresarial Todo En Uno.NET. Todo En Uno.Net S.A.S. es una empresa especializada en brindar CONSULTORIAS Y COMPAÑAMIENTO en el área tecnológica y administrativa basándonos en la última información tecnológica y de servicios del mercado, además prestamos una consultoría integral en varias áreas como son: CONSULTORIAS TECNOLOGICAS, CONSULTORIAS EMPRESARIALES, CONSULTORIA MERCADEO TECNOLÓGICO, CONSULTORIA EN TRATAMIENTO DE DATOS PERSONALES, Y con todos nuestros aliados en la organización TODO EN UNO.NET

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