Libertad o control, la batalla que se libra por la web

Reflexiones sobre quienes quieren regular Internet y los que defienden su carácter libre.
Estoy leyendo en una de las 20 millones de páginas de Wikipedia que en 1970, Arthur C. Clarke -una especie de Julio Verne digital, escritor de ficción, inventor, futurista, cineasta y genio inglés- predijo que muy pronto los satélites pondrían todo el conocimiento y la información del mundo en las yemas de los dedos.
Wikipedia es el mismo portal que el pasado miércoles puso a temblar y recular a más de 4.000 empresas, sindicatos, organizaciones y al mismo Congreso de los Estados Unidos.
"Con la web no se metan", fue el simple pero poderoso mensaje viral que Google, Facebook, Twitter, Wikipedia, eBay, Craiglist, Yahoo, Hotmail, AOL, Bing, Amazon, Reddit y otros 7.000 portales les enviaron a los legisladores que habían propuesto dos leyes con diferente nombre, pero con alcances similares, para crear medidas drásticas y rápidas para combatir los portales instalados, no solamente en EE. UU., sino en países como Rusia, China, Hong Kong, Corea y la India, que promueven y se benefician con la descarga ilegal de archivos que contienen música, películas o series de televisión.
La idea, promovida y frenteada por las poderosas -aunque debilitadas- industrias de la música y el cine tuvo un inesperado y silencioso final de película.
Sopa y Pipa son, por ahora, nada más que ocho letras que yacen ahogadas y sepultadas debajo de la invisible pero sólida red.
Para unos, era la batalla de Hollywood contra Silicon Valley. Para otros, la guerra entre la vieja y la nueva guardia mediática.
Para otros más, la guerra entre la libertad y el control. Y para otros, sencillamente, la opción entre pagando y gratis.
Y, obviamente, ganaron los que promovían lo cool, lo nuevo, lo libre y lo gratis. La mayoría, grandísima mayoría.
No solo es Hollywood
Con Internet todo producto que sea convertible en un archivo digital está condenado a desaparecer como negocio para sus creadores y productores.
Una canción, una película, una serie de televisión, una foto, un libro, una noticia están más rápidamente en la web que en las tiendas, los teatros, los canales de TV y las librerías. Y con un pequeño aliciente: gratis.
Pero no solamente las industrias del cine y de la música, representadas por la MPAA (Motion Picture Association of America) y la RIAA (Recording Industry Association of America), asociaciones integradas por sindicatos de músicos, productores, ingenieros, camarógrafos, compositores, guionistas, editores, actores, técnicos, distribuidores, maquillistas, artistas digitales y escenógrafos, apoyan las leyes de protección de los derechos de autor y de control de piratería y comercio ilegal en Internet.
También apoyan las leyes Sopa y Pipa empresas y sectores tan disímiles como laboratorios químicos, cadenas comerciales de radio y televisión, fabricantes de ropa, operadores de cable, fotógrafos, farmacias, abogados, cines, fabricantes de autos, ligas de basquetbol, béisbol, fútbol y otros deportes; vendedores de boletos para conciertos y otros eventos, tabacaleras, fabricantes de carteras y gafas de lujo, agencias de viajes, fabricantes de maquillaje, fabricantes de zapatos deportivos, supermercados, editores de libros, productores de videos para hacer ejercicios, fabricantes de fotocopiadoras, empresas de correo, fabricantes de software, fabricantes de tarjetas de felicitación, agencias de crédito y financieras, cámaras de comercio, fabricantes de licores, agencias de empleos, fabricantes de productos para animales, arquitectos, constructores, cortes y sistema judicial, fabricantes de electrodomésticos, fabricantes de juegos electrónicos y todas las empresas y entidades gubernamentales que se sienten afectadas por las páginas donde se venden, distribuyen o regalan sus productos falsificados o de contrabando.
Un nuevo imperio
Más de 4 millones y medio de mensajes de protesta contra las leyes generó Google entre el desayuno y la cena del pasado miércoles, tan solo con poner una mordaza negra sobre su logo.
El nuevo y popular imperio de la www, W3 o, sencillamente, la web, como se conoce vulgarmente en el planeta y sus nubes, demostró el poder que tiene para movilizar, aglutinar y concientizar a sus fervientes usuarios, los cibernautas o internautas.
Nunca antes los legisladores de EE. UU. habían sido tan acosados: 18 senadores promotores de la ley, entre ellos el cubano Marco Rubio, posible candidato a la vicepresidencia en el boleto republicano, salieron en estampida a rechazar la ley que, durante dos meses, las antípodas bipartidistas estuvieron apoyando hombro a hombro y que el pasado martes parecía continuar su tranquilo viaje, hasta que se toparon con ese gigantesco y caliente iceberg que no estaba en sus cartas de navegación.
En plena época de elecciones, los políticos de Estados Unidos decidieron sencillamente no inmolarse contrariando a la inmensa mayoría.
Mubarak, el derrocado tirano de Egipto, no supo medir el poder de la red y cuando decidió cerrarla, le fue peor.
Cuando en España se propuso la ley Sinde y en Colombia la ley Lleras, la web se incendió y los internautas hicieron notar su presencia y poder, pero ahora los políticos se habían metido en el Silicon Valley, donde la innovación se multiplica mucho más rápidamente que el lenguaje para las leyes que no han existido, no existen y parece que nunca existirán para regular el intangible, omnipresente y todo poderoso Internet.
La pelea por la torta
Para los apachurrados defensores del Proyecto de Ley de Parar la Piratería Online y de Proteger la Propiedad Intelectual, toda la provocada reacción viral tiene mucho que ver con la necesidad de monetizar los monstruos de Internet como Google, Twitter y Facebook, que necesitan competir con los medios tradicionales de radio, televisión e impresos por la misma torta publicitaria, además del poder que genera la información. Siglo XXI contra siglo XX.
En el 2011, Google obtuvo ingresos por más de 37.000 millones de dólares, de los cuales el 90 por ciento fue por concepto de publicidad. El portal tiene 32.000 empleados en el mundo y cotiza en la bolsa.
En contraste, Wikipedia solo tiene 95 empleados y 350.000 voluntarios en el mundo, se edita en 278 idiomas, está registrada en el estado de Florida como una organización de caridad o fundación y vive de pedir colaboraciones de un dólar en adelante, pues no acepta publicidad y necesita sobrevivir y no esperar a que llegue otra plataforma más joven, más rápida, más creativa y la evapore.
Twitter, con 25 millones de usuarios y solo cuatro años de edad, no ha podido inventar todavía la forma de vender publicidad masiva, y se espera que apenas para el 2016 esté en el vecindario de los 1.000 millones de dólares de ventas.
Como una compañía privada que se está madurando para salir pública, Facebook también es muy misterioso al revelar sus ingresos, pero, con más de 600 millones de usuarios, se cree que ya está facturando los 1.000 millones de dólares después de venir doblando sus ingresos durante cada uno de sus seis años de existencia.
Son empresas privadas que están engordando para salir a la bolsa muy pronto y no se conocen sus ingresos. Los hechos de la semana pasada consolidan a estos portales y les dan más valor y precio.
¿Se quedará así?
Algunos consideran injustificados todos los temores y estéril la batalla, pues con la misma facilidad con que el Gobierno de Estados Unidos cierra un portal en otro país, se pueden abrir otros diez, y cada vez más sofisticados.
No solo la información, sino todo tipo de producto legal o ilegal está al alcance de las yemas de los dedos, así que se quedó corta la imaginación futurista de Sir Arthur C. Clarke, creador, además, de 2001: Una odisea del espacio, según estoy leyendo en Wikipedia, el mismo portal que hoy, como todos los días, han consultado 11 millones de internautas, o 'googleando' el nombre del senador de su región para saber dónde transmitirle el mensaje bien claro , bien fuerte, en la cara y en menos de 140 caracteres, en el mini pero poderoso medio de comunicación que cada internauta tiene en su teléfono o computador, y decirle: "con la web no se metan".
Y no se metieron. Al menos por ahora.

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