Esa es la pregunta que hace un
debate de opinión publicado en la versión digital de ‘The New York Times’.
La nota
del diario neoyorquino hace una comparación entre la Web 1.0, donde todo
era gratis, donde prosperaron la piratería y el intercambio de música y donde
se ‘crió’ la primera generación de internautas con el Internet de ahora.
Hoy, parece que las cosas son
distintas, tras ejemplos exitosos de contenido pagado, como la tienda virtual
iTunes, de Apple, que le permite descargar canciones por 99 centavos de dólar,
como mínimo, o álbumes completos un poco más baratos que en CD, pero
enteramente legales.
Lo mismo sucede en el mundo del
contenido en video, con servicios como Netflix, que por una mensualidad le
permiten al usuario ver decenas de miles de películas de buena calidad.
El artículo del ‘Times’ presenta
a cuatro expertos en temas de compras e Internet, el primero de los cuales dice
que los jóvenes ya están preparados para pagar por contenido, como una
alternativa –por un precio razonable– a descargar material pirateado.
Una mujer entre los cuatro
invitados, Dana Chinn, comenta que lo que hace a los consumidores pagar por
contenido digital son los dispositivos, y cita el iPod, las tabletas y los
teléfonos inteligentes en general como impulsadores de ese consumo: “Si quiero
disfrutar a plenitud mi dispositivo, quiero tener las aplicaciones o el
contenido correcto”, dice.
Se podría pensar en esos
dispositivos como tener una muñeca Barbie, a la que se le pueden comprar
accesorios, carros, mascotas y hasta marido (Ken).
El tercer ‘panelista’ comenta que
hay tres aspectos que debe tener en cuenta un proveedor para asegurarse de que
su contenido pagado tenga acogida: que tenga calidad y sea de interés, que sea
confiable en el tiempo (es decir, que el usuario encuentre un capítulo de su
serie favorita en cualquier momento en el futuro) y que sea fácil de consumir.
Finalmente, el cuarto invitado al
debate cierra su participación con una frase de advertencia para los
proveedores de cualquier servicio: “El papel de los proveedores de contenido es
facilitar las relaciones con los consumidores, más no el de controlarlas”.