Las redes sociales globales -Twittter, Facebook-, están
transformado aceleradamente los parámetros de comunicación pública de la
sociedad.
El expresidente Álvaro Uribe, sin tener una columna de prensa y
sin ser dueño de un medio de comunicación, sentado en su casa o en la sala de
espera de un aeropuerto, tiene la capacidad de influir en la opinión pública
con una frase publicada en su cuenta de twitter, utilizando para ello su
teléfono celular.
Es una comunicación instantánea y efectiva que en minutos se
difunde por las redes sociales, salta a los medios de comunicación y, en poco
tiempo, miles o millones de personas reciben el impacto de sus opiniones, y
muchos reaccionan a ellas también instantáneamente.
Y así se forma un debate nacional que hace una década tomaba
semanas en ‘calentarse’, y hace 50 años, se daba a lo largo de meses o años.
Y hay un sinnúmero de ejemplos: una persona, con su celular en
la mano, haciendo cola para pagar los servicios públicos, o hacer cualquier
gestión en una empresa privada o entidad pública, tiene la capacidad, en
minutos, de crear un enorme escándalo de opinión pública, si se siente mal
atendido o maltratado y lo expresa en su cuenta de twitter.
Al poco tiempo cientos o miles de seguidores su suman a sus
reclamos y una emisora de radio recoge el debate y pone contra las cuerdas, al
aire, al que supuestamente está incumpliendo.
O Enrique Peñalosa que se ha convertido en el principal crítico
de la gestión del alcalde Petro, opinando con frases tipo dardo, desde su
celular por estas redes sociales.
Esta información tiene una característica esencial: es
emocional, pura opinión, corta y directa, como una flecha al corazón. No hay
análisis, contexto ni antecedentes. Crece como espuma y así mismo se disipa,
para dar paso a la siguiente.
Dura horas o días. Pero, por supuesto, tiene la capacidad de
marcar un hito de opinión pública que queda grabado en la memoria de muchos.
En Facebook, lo que me llama la atención es otra cosa: lo que la
gente publica en esta red global son sus alegrías, sueños o preocupaciones
diarias. A veces se siente emoción o ternura frente a fotos, frases o videos
que hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales publican en
sus sitios.
En otras, alegría y asombro. Y, algunas veces, rabia y desazón.
Representa, quizás, la otra cara de la moneda de la agenda
informativa que, en general, se lee, oye o ve por los medios masivos de
comunicación centrada, mayoritariamente, en denuncias, procesos judiciales,
criticas, polémicas, violencia, economía, desastres o calamidades.
El contraste es evidente: en Facebook, predomina una
comunicación aspiracional, positiva e inspiradora, mientras que en los medios
tiene mayor peso una contestataria, analítica y, en no pocas ocasiones,
dramática. Está bien. Cada cual en lo suyo y ambas cumplen su papel. Un buen
tema de reflexión para directores y editores de medios y quizás para un foro
público entre tiwteros, periodistas y ciudadanos. Es un fenómeno nuevo.