Twitter manía

Twitter se convirtió en el nuevo escenario de la economía, los negocios, la política, la literatura, el deporte y las artes. 

Las personas que tienen influencia comparten un rasgo en común: siempre quieren más. Y para ser más influyente en un mundo que funciona sobre las redes sociales en internet, es indispensable ser activo en Twitter. Los influyentes del siglo pasado se levantaban por la mañana a leer el periódico, para ver si las noticias o los comentaristas los mencionaban. Los influyentes del siglo XXI se despiertan para chequear cómo ha cambiado su número de seguidores en Twitter.

Twitter no solo es popular, es un fenómeno arrasador. Los miembros activos de la red llegan a 140 millones en todo el mundo y producen 400 millones de tuits diariamente. La red se demoró tres años para alcanzar los primeros mil millones de mensajes, pero hoy produce ese mismo volumen cada dos días y medio. Tuitear no es una afición o una curiosidad: es una obsesión.

Nadie escapa. Algunos de los líderes más poderosos –y tradicionalmente más lejanos del ciudadano común– han liderado la estampida. Según el estudio Twitplomacy, de la firma Burson- Marsteller, los líderes son Obama y Hugo Chávez. Obama fue el primer político de influencia mundial con una cuenta en Twitter y hoy es seguido por más de 18 millones de personas. Su mayor éxito hasta ahora es el tuit: “Las parejas del mismo sexo deberían poder casarse”, emitido el pasado 12 de mayo, que logró 62.000 retuiteos. Obama sigue por debajo de Justin Bieber en cuanto a seguidores en Twitter, pero hace un buen esfuerzo. Chávez tiene 3,3 millones de seguidores y tuitea para mantener informado al planeta sobre sus decisiones y sobre su buen estado de salud. En el mundo de los negocios, individuos como Bill Gates y Richard Branson se apoyan fuertemente en Twitter para lograr objetivos corporativos.

Colombian tuit

La medición de influencia en Twitter se hace cada vez más sofisticada. Para clasificar como influyente se necesita tener seguidores, pero eso no es suficiente. A veces, los seguidores son más nominales que reales, pues ni siquiera miran lo que se les envía. Es importante que hagan algo con los mensajes, que los comenten o los reenvíen, que los retuiteen. Además, para ser influyente es importante que los seguidores sean, ellos también, influyentes.

En Colombia se está dando, sin duda, una carrera por la influencia en Twitter. En este país presidencialista ha sido posible medir la intensidad del conflicto entre el presidente Santos y el expresidente Uribe por el creciente grado de agresividad de los tuits. En Bogotá, el alcalde Petro se exhibe vía tuit como un gran rebelde, desde el segundo cargo más importante del país. También toma decisiones administrativas por ahí; incluso despidió a uno de sus funcionarios desde su cuenta.

Se calcula que en Colombia hay casi 6 millones de cuentas, de las cuales 1,5 millones están activas, según lo reveló la firma Semiocast, la cual lanzó a comienzos de este año un estudio sobre redes sociales en el mundo. Esto nos convierte en el país número 14 más activo en esta red.

La creciente penetración de smartphones en el mundo va de la mano con el crecimiento de twitter. Colombia confirma la tendencia. Al finalizar el primer trimestre de este año había casi tres millones de usuarios con acceso a internet móvil en nuestro país y la mitad usan sus celulares para manejar sus cuentas de Twitter. El uso de smartphones viene creciendo a tasas anuales superiores a 30%.

Las claves de la influencia

Para tener influencia en Twitter es necesario trabajarle al tema y seguir varias pautas. Primero, la frecuencia. Hay que tuitear mucho, varias veces al día, prácticamente todos los días. El número de seguidores se ve fuertemente afectado por esto. Unas vacaciones, un periodo de apatía o desgano, puede tener costos importantes.

Segundo, la relevancia. La influencia depende de que la gente sienta que el tuit es importante y esto depende de la forma como la información afecta la coyuntura, de su capacidad para ampliar el espectro de las ideas del receptor, y de la gracia. Todo esto lleva a que el tuit sea un género literario difícil. No hay tuit neutral. La naturaleza misma del medio, que establece el límite de los 140 caracteres, obliga a los aspirantes a influyentes a sacar lo mejor de sí. Tuitear es una competencia de tiro al blanco. Una persona puede tener un cargo muy importante, pero si no logra expresar sus mensajes en forma sorprendente, memorable y precisa, no tendrá éxito en este medio. El impacto de la información, la forma como transmite las convicciones y más profundos rasgos de personalidad del emisor, el grado de creatividad, ironía y artesanía literaria, son todos fundamentales.

Muchos colombianos están demostrando que tienen cualidades para desenvolverse en estas duras condiciones. Las iras de Uribe se sienten en los primeros 10 caracteres. La reticencia del presidente Santos, también –de verdad, ¿qué estará pensando?–.

La ironía y el sentido de oportunidad de Daniel Samper Ospina se disfrutan todo el tiempo. Lo mismo pasa con la creatividad y el sentido de humanidad de Héctor Abad Faciolince.

Finalmente, Twitter es una red joven. Para tener muchos seguidores es importante tratar de entender qué es relevante, significativo y sorprendente para los jóvenes.

Es claro que los 140 caracteres son un medio vital de comunicación en el siglo XXI. 

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