Con ese saludo, si se puede llamar así, me recibió un amigo uno de estos sábados en mi encuentro con el descanso, que reconozco, sin recato alguno, es la mejor terapia escogida para esta etapa de vida.
Lo del mensaje de mi amigo me quedó sonando, y, en efecto, al revisarlo me
sorprendió. En escuetos tres renglones decía que Haití, el país más pobre del
mundo, invadido por el cólera y donde la mayor parte de la población no tiene
agua potable, tendrá en el 2012 una de las tasas de crecimiento económico más
altas del continente y del mundo: 8 por ciento.
Como no soy economista, mi reflexión de sentido común, entre sorpresa e
incredulidad, solo se redujo a ¿será un chiste?, ¿será posible?, ¿será mentira?
Pues, NO, ni chiste, ni irreal, ni imposible.
Traigo a referencia esta anécdota, porque acabo de escuchar una grabación de
una frase del ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, en un foro sobre la
economía del 2013, organizado por la revista Semana, en la que dice, palabras
más, palabras menos: “los economistas están felices”. De acuerdo con los libros,
Colombia debe crecer 4,8% y tener una inflación del 3%. Y se está logrando.
Lo economistas de Haití, seguramente no tan doctos como los nuestros, también
deben estar más felices con su dato del 8%, pues, con seguridad, supera el
registro de cualquier texto académico de economía o aritmética.
Ni más faltaba que vaya a cuestionar la calidad de los registros estadísticos
como tales, ya que son el resultado de un ejercicio serio y profesional. En
otras palabras, el problema (yo creo que lo hay) no es de la aritmética que
comprende las cuatro operaciones básicas y algunas adicionales que todos
sabemos. A lo mejor es resultado de lo que llaman el uso y abuso de la
estadística, pero las cifras cuadran y no mienten. Sin embargo, me queda una
duda: ¿de qué le sirve a un haitiano que le digan que su economía lidera el
crecimiento mundial, junto con China e India? No creo que se alegre mucho.
No voy a hacer una evaluación acerca de la importancia del crecimiento
económico o si es el mejor indicador para medir la prosperidad o el bienestar de
la gente, aquí y en cualquier parte. Lo que quiero anotar es que,
desafortunadamente, todas las cosas las estamos reduciendo a un mail o a los 140
caracteres que permite el Twitter, a través del cual se puede caer en la
tentación de gobernar nacional y localmente. Y es triste que los medios de
comunicación estén tomando esos mensajes como una de sus fuentes de información,
y todo se quede ahí.
Las cosas hoy son más simples que en el pasado, eso no se puede desconocer,
pero esa simpleza y superficialidad no pueden tomarse los asuntos importantes, y
menos cuando se trata de temas que afectan a la gente de una ciudad o un país.
Me expongo a que con esto me llamen anticuado, pero la realidad es que sigo el
consejo de mi padre que me decía “hijo, no trague entero”.