Ignorancia autoinducida en las redes sociales

Hace poco, un amigo me dijo en una conversación telefónica que había escuchado un discurso del presidente Vladimir Putin que lo había dejado ‘descrestado’. Luego de destacar la contundencia de sus palabras y la forma como había llamado la atención de los líderes mundiales sobre algunos temas actuales, me envió un enlace del video del discurso, alojado en YouTube.

Obviamente, me llamó la atención que un amigo mío hablara con admiración de un mandatario que tiene algo más cercano a un prontuario que a una hoja de vida. Es como si me hubiera dicho que admira a Nicolás Maduro. Por eso abrí el video. Pero bastó con escuchar un par de minutos para entender que algo estaba mal.

El discurso estaba en ruso, con subtítulos en español, pero era evidente, así uno no entendiera una palabra de ruso, que ese no sería el tono de un discurso de un jefe de estado. Con palabras adoloridas y melodramáticas, Putin se lamentaba de la tolerancia mundial hacia los homosexuales, de la debilidad de los países contra el terrorismo y otros temas que, casualmente, son afines con la línea de pensamiento de mi amigo. Busqué en Internet y un par de minutos después ya había encontrado el discurso original: en realidad, Putin solo estaba dando un aburrido discurso en homenaje a soldados rusos caídos en combate.

Me pareció tan curioso el error que revisé de nuevo el discurso que me había enviado mi amigo y allí mismo decía, en uno de los comentarios de YouTube, que se trataba de un discurso de Putin con subtítulos falsos. Como mi amigo es periodista, quedé todavía más confundido: ¿cómo es posible que él estuviera distribuyendo ese video sin siquiera verificar su autenticidad?

La razón, seguramente, es que uno escucha y entiende lo que quiere escuchar y entender. Y posiblemente esa sea la razón por la cual millones de personas se la pasan redistribuyendo por Internet noticias falsas que simplemente refuerzan sus ideas fijas y sus pensamientos radicales. Y esa bola de nieve de ignorancia autoinducida adquiere tanta fuerza una vez empieza a rodar que puede cambiar el curso de la historia, gracias al poder que tienen hoy en día las redes sociales.


El escritor Mark Twain dijo: “Lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos. Es lo que sabemos con seguridad, y que en realidad no es así”.

Eso se vio en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en donde el gobierno ruso (el nuevo mejor amigo de mi amigo) inundó de noticias falsas a los estadounidenses para dañar la imagen de Hillary Clinton, mejorar la de Donald Trump y exacerbar odios que polarizaron a la opinión pública. Todo eso, dicen hoy los analistas políticos de ese país, terminó influyendo en la victoria de Trump.

Y este patético fenómeno ya es parte de nuestra vida diaria. El último episodio se vivió después de la terrible masacre de Las Vegas, la peor en la historia de Estados Unidos, en la que un retirado de 64 años mató a balazos a 59 personas y dejó heridas a 520. A las pocas horas, Facebook y Google publicaron en sus secciones de noticias un texto falso que decía que la masacre había sido cometida por un liberal que odiaba a Donald Trump. Esas empresas culparon del hecho a sus algoritmos, y prometieron mejorarlos (nuestro artículo Central de esta edición toca ese tema). Pero lo curioso es que la gente no tenga la capacidad de unir los puntos… O no quiera… Como cuando millones de personas reenviaron el año pasado en ese país la noticia falsa de que el papa Francisco había declarado su apoyo a la candidatura de Trump. ¿Esa noticia suena real?

En la misma semana, a comienzos de octubre, varios políticos colombianos reenviaron un video en el que supuestamente un grupo de desmovilizados de las Farc hacían tiros al aire durante una especie de celebración en Ituango, un municipio de Antioquia, al mejor estilo de los salvajes de Estado Islámico. También era un embuste: se trataba de un video de un grupo de narcos en Tamaulipas (México). Hasta la Policía Nacional tuvo que salir a desmentir la noticia.

Hace poco estuve viendo de nuevo el documental ‘An Inconvenient Truth’, del 2006, en el que el ex vicepresidente estadounidense Al Gore alerta sobre los peligros del cambio climático, y denuncia la campaña de desinformación que un grupo de políticos, principalmente republicanos, montó para hacer creer a las personas que el calentamiento global es un invento, o que es un fenómeno sobre el cual el hombre no tiene injerencia, pese a que los científicos coinciden en que nosotros sí estamos influyendo en el aumento global de la temperatura. Allí, Gore cita una frase del escritor Mark Twain que viene muy bien al caso de las noticias falsas: “Lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos. Es lo que sabemos con seguridad, y que en realidad no es así”.

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