Hace unos años, el Bring Your Own Device parecía revolucionar el mercado laboral en el mundo. Bajo esta tendencia, algunos empleados podían conectar sus dispositivos a la red fija e inalámbrica y acceder a algunas aplicaciones corporativas desde estos equipos. Eran la envidia de muchos que debían esperar llegar a su oficina para actualizarse.
Y es que millones de empleados sufrían para ver su correo electrónico desde su teléfono inteligente, ya que las políticas de seguridad de muchas organizaciones lo prohibía, por razones de confidencialidad de la información (pensaban que así los empleados podían compartir los secretos empresariales) o porque se protegían de posibles virus que se propagaban sutilmente en la red.
Incluso hoy algunas empresas continúan con esa política retrógrada, argumentando espionaje y confidencialidad en la información. Sobra decir que estas organizaciones no responden a la velocidad del mercado y pierden constantemente clientes por el mundo en el que vivimos, que se caracteriza por la inmediatez en las respuestas y la toma de decisiones en tiempo real.
Asimismo, muy pocas compañías eran visionarias y permitían que sus empleados utilizaran su computador personal para lo relacionado a la oficina, pagando una especie de arriendo por su uso, lo que disminuía sus activos fijos y la inversión por empleado.