Las nuevas tecnologías obligan a relacionarse con las palabras

El escritor español Álex Grijelmo se posesiona como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. 


Grijelmo anticipó desde los años 80 que el español sería el gran idioma del siglo XXI en el mundo. 

Alex Grijelmo anda entre palabras. Escribe libros sobre el español, tiene una columna que permite saborear las letras y participa en programas de radio en España con aportes sobre el idioma.

Este viernes será investido como académico correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, en un acto que inaugura la cuenta atrás de los festejos de la celebración de los 150 años que cumplirá en mayo de 2021 e incluye charlas, conferencias, visitas a planteles y contactos con estudiantes, entre otras actividades. Ante la primera academia que se fundó en América, Grijelmo pronunciará, con su acento burgalés, un discurso titulado ‘El poder de la palabra’. 

Usted ha tenido diversos vínculos con Colombia, hasta el punto de que uno de sus libros está escrito en “colombiano”: ‘Gramática descomplicada’. Cuéntenos acerca de esos nexos.

La misma palabra “descomplicada” la oí por primera vez en Colombia. Me gustan mucho esos términos que encuentro en América que no he oído jamás, pero que entiendo perfectamente, porque eso revela el auténtico mecanismo del genio del idioma: que puedes escuchar una palabra de tu idioma que no has oído nunca y entiendes porque lleva los genes de tu lengua. Lo mismo me sucedió, por ejemplo, cuando escuché por primera vez en Colombia la palabra trancón. La entendí porque conozco las palabras tranco, tranquera, atrancar. Es decir: tiene los genes de otras palabras familiares y las sé relacionar.

Empecé a viajar a Colombia gracias a la fundación de Gabo, que me invitó a dictar talleres. Conocí a García Márquez en Madrid en un viaje que hizo. Él había leído el día anterior El estilo del periodista y se lo comentó a (el periodista) Juan Cruz, quien le contó que conocía al autor. “Dile que se venga a comer”, le respondió. Ya había ido antes a Cartagena porque me había llamado su director, Jaime Abello. Después de eso me nombraron director general de contenidos para América de Prisa, la empresa que publica el diario español El País; y como Prisa es propietaria de Caracol, seguí viajando a Colombia. Más tarde, como presidente de Efe, una de las decisiones que tomé fue instalar en Bogotá la mesa de edición para toda América, que estaba en Miami. 

Me gusta muchísimo oír hablar a los colombianos. Hablan bien, incluso los mendigos

Esta es una pregunta obligada: Colombia tiene fama de ser el país en donde mejor español se habla. ¿Es eso cierto?

Seguramente, sí. Me gusta muchísimo oír hablar a los colombianos. Hablan bien, incluso los mendigos. Recuerdo una vez un mendigo en Cartagena, al que le pregunté por dónde se llegaba a un sitio. “Siga por esa calle angosta”, me dijo. La palabra “angosta” me pareció preciosa y es poco habitual en España.

¿Por qué cree que eso sucede?

Yo creo que tiene mucha influencia el que en el siglo XIX durante treinta años hubo cuatro presidentes colombianos que eran gramáticos o tenían mucha relación con la lengua y la escritura. Ahí puede hallarse una parte de las razones. De Colombia han salido extraordinarios escritores, y eso no es casualidad. 

Su interés y aportes al conocimiento y buen manejo del español son ampliamente conocidos y reconocidos en España. Sin embargo, ¿no le parece paradójico que ingrese a la Academia Colombiana antes que a la de su país?

(Risas). Es que yo también soy muy colombiano. 

El español cumple la respetable edad de 1.054 años. ¿Cómo es su estado de salud?

Está muy fuerte en el talante y un poco flojo en el semblante. El tronco, la base, la expansión, esa unidad en la diversidad de la que disfrutamos está muy fuerte. Y en el semblante –las palabrillas–, en el vocabulario, hay una penetración del inglés que me preocupa. Esa influencia que se produce por un complejo de inferioridad que tenemos los hispanos por lo general. Creemos que decir algo en inglés es más prestigioso que en castellano, con lo cual estamos dotando a una cultura que es tan respetable como la nuestra de un grado de superioridad que implica nuestra condición de inferiores. 

Algunas de esas palabras llegan del mundo de la tecnología y no somos capaces de traducirlas al español.

Siempre ha habido en la historia tecnologías que se nombran en otra lengua. Estamos rodeados de objetos que no tienen más de cien años y a muchos de ellos les hemos dado nombre con los propios recursos de nuestra lengua: pantalla, ratón, enlace, página. Tenemos alternativas que poco a poco van saliendo y se van instalando. Pero el hecho de nombrarlos directamente en inglés ya nos hace ver que en ese ámbito somos inferiores. Podemos ser inferiores tecnológicamente, pero no culturalmente. 

Aparte de los neologismos, ¿cómo cree que afectan las nuevas tecnologías al idioma? Escribir en WhatsApp, usar abreviaturas…

Cuando se inventó la taquigrafía se decía que iba a ser la nueva escritura porque era más rápida y decodificable. Al final, la taquigrafía fue superada por la realidad. Yo creo que puede afectar si hay alguien que toma para cualquier registro el tipo de escritura que se utiliza para esos mensajes, pero pienso que la gente sabe diferenciar entre esa escritura taquigráfica de un mensajito y la escritura de un informe formal. Por ese lado no hay problema. Hay una parte buena de las nuevas tecnologías y es que obligan a millones de personas a relacionarse con un teclado y, por tanto, con las letras, las palabras y la ortografía. Hace unos años, la gente en general no escribía nada; alguna carta de vez en cuando. Antes del correo electrónico nadie escribía, salvo si tenía una relación profesional con la escritura, y ahora millones de personas están escribiendo todos los días. Eso es un avance porque obliga a hacer el ejercicio mental de trasladar a una ortografía lo que pensamos y lo que hablamos. Y, a la vez, esa ortografía es la ropa con la que nuestras ideas salen al debate y a la comunicación con los demás. 

Escribir obliga a hacer el ejercicio mental de trasladar a una ortografía lo que pensamos y lo que hablamos. Y, a la vez, esa ortografía es la ropa con la que nuestras ideas salen al debate 

¿Cree que el papel de los medios de comunicación como difusores del lenguaje ha perdido importancia?

Se escribe peor en los medios digitales que en los medios impresos. Lo que pasa es que los medios impresos también se van deslizando poco a poco hacia una peor escritura por la falta de controles y por la reducción de costes en todos los medios de todo el mundo. No estamos en el mejor momento.

¿Qué opina del afán por ser políticamente correctos? De la presión para duplicar el género de las palabras, por ejemplo.

No hay una diferencia en la denotación, pero sí en la connotación. Uno puede en un momento determinado decir “queridos niños y niñas”, que tiene el mismo significado de “queridos niños”, pero con una significación que demuestra el deseo de visibilizar a la mujer. Pero una vez que se ha expresado esa preocupación no hace falta repetirla en cada frase del discurso. Puede ser contraproducente y desatar un cansancio en el público. Por otro lado, se ha dicho toda la vida: “señoras y señores”, “damas y caballeros”, y a partir de ahí no hace falta la duplicación. Aparte de eso, hay dos maneras de usar el lenguaje políticamente correcto: una, con el ánimo de no ofender y otra, con el deseo de ocultar una realidad y de engañar. El primero es entendible y hay muchas palabras que no usamos. Por ejemplo, en el ámbito sexual o de las necesidades fisiológicas (y ahora estoy utilizando un eufemismo). El otro es el que se impone para que no digamos ni pensemos determinadas cosas: ese es el que hay que combatir. 

El gobierno español anunció hace poco que 2019 será declarado año del español, en una iniciativa que hace parte de la llamada marca España. Esto creó disgusto en ámbitos lingüísticos latinoamericanos que se sintieron despreciados. ¿Usted qué opina?

Me pareció un error garrafal. En un solo día se pusieron en peligro muchos años de trabajo de la Academia española, que se ha esforzado por americanizar el español, por hacer que todos los trabajos sean panhispánicos y por potenciar las academias con una estructura propia. Me indigné. Lo que está claro es que los españoles somos el 10 por ciento de los hablantes del español, que la lengua ya no es nuestra y que es de América fundamentalmente. 

Los críticos de las academias de la Lengua y sus académicos, entre los cuales se encontraba Rubén Darío, dicen que exhalan un cierto olor a naftalina. ¿Se están realizando esfuerzos para refrescarlas? 

En España, el académico es vitalicio y, además, los académicos se distinguen por una especial longevidad, con lo cual no hay más remedio que resignarse a que exista una media de edad muy alta. 

Pero se ven muchos avances. Por ejemplo: la página en internet de la Real Academia Española es muy buena…

Es fantástica, sí. La modernización y digitalización de todas las academias son sensacionales y se elogian poco, como el diccionario en línea o la nueva herramienta de la Academia (Enclave), que permite hacer consultas de estadísticas sobre el lenguaje, fechas, usos. Es una radiografía muy interesante. 

Lo que está claro es que los españoles somos el 10 por ciento de los hablantes del español, que la lengua ya no es nuestra y que es de América fundamentalmente 

Usted es autor de múltiples libros sobre el idioma y escribe una columna al respecto en ‘El País’. ¿Cómo siente que llegan sus mensajes a la gente? ¿Interesan?

Muchísimo. Sé que mis libros se siguen vendiendo. Tengo la suerte de que los que he escrito están vivos desde hace años y se pueden comprar en las librerías. Les pasará lo mismo a todos los que escriben sobre el lenguaje. La gente percibe que va dejando de tener referentes claros. Los periódicos ya no son lo que eran. Publican frases incorrectas y palabras que no están bien escritas, y mucha gente busca referencias claras. En la televisión y la radio también se descuida el lenguaje.

Casi 600 millones de personas hablan español en el mundo. ¿Augura que siga aumentando de manera tan rápida el número de hispanohablantes? ¿Cómo ve el futuro cercano del español?

En los años ochenta dije que creía que el español iba a ser el gran idioma del siglo XXI en el mundo. En el siglo XXI sigo creyendo lo mismo, por la importancia del español y por su penetración en Estados Unidos, que no hay que olvidar que es la primera potencia mundial. El crecimiento del idioma español es imparable, y además lo estamos haciendo muy bien entre todos porque hay una verdadera unidad del idioma.

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