Es martes a primera hora y abres el tablero de métricas: el tráfico cayó, la pauta rinde menos, y los equipos editoriales te piden claridad sobre cómo usar IA sin cruzar líneas rojas. Entre la presión por producir más con menos y la incertidumbre regulatoria, sientes que cada decisión puede comprometer reputación, ingresos y cumplimiento. Al otro lado del continente, la política estadounidense cambia las reglas del juego: recortes a medios públicos, disputas por el acceso de la prensa y una avalancha de normas estatales sobre IA con criterios dispares. Si lideras una redacción, una oficina de comunicaciones o un negocio que depende de información verificada, tu dolor es doble: financiación frágil y un marco de IA que se mueve mientras caminas. Aquí te ofrezco mirada práctica y de campo para anticiparte, reducir riesgo y ganar velocidad sin sacrificar ética ni sostenibilidad.
👉 LEE NUESTRO BLOG, ruta clara para actuar.
El punto de partida es aceptar que la transformación tecnológica ya no es lineal ni predecible; es simultáneamente expansiva y regulada, y esa tensión la siente, cada día, quien toma decisiones editoriales y empresariales. En Estados Unidos, la combinación de medidas ejecutivas, pulsos judiciales y presiones políticas ha alterado las condiciones básicas de operación del ecosistema informativo y, con ello, la manera como la prensa y las áreas de comunicaciones planifican sus capacidades. En marzo de 2025, por ejemplo, se anunciaron recortes drásticos a medios financiados por el gobierno destinados al público internacional —Voice of America, Radio Free Europe/Radio Liberty y Radio Martí—, decisión que encontró contrapesos judiciales al intentar el cierre de VOA, ilustrando el vaivén regulatorio que permea la financiación y el alcance de la prensa pública.
Mientras esto ocurre, el clima de relación Gobierno–medios se ha tensionado en frentes simbólicos y operativos. La Associated Press debió aclarar públicamente una controversia sobre su acceso a eventos presidenciales tras afirmaciones imprecisas del presidente, en un episodio que, más allá de lo anecdótico, recuerda la fragilidad de las garantías de acceso y la necesidad de blindar procesos de verificación y cobertura en entornos polarizados. Para cualquier medio —o empresa que depende de información verificable—, la lección es que el acceso puede ser un activo sujeto a disputa y que los planes de continuidad deben contemplar escenarios de restricción física y presión pública.
A la par, la agenda de inteligencia artificial en Estados Unidos tomó una dirección particular durante 2025. El Ejecutivo publicó el “America’s AI Action Plan” y órdenes enfocadas en asegurar “neutralidad ideológica” en sistemas de IA contratados por el gobierno, con expectativas de alfabetización laboral y expansión de infraestructura. La narrativa oficial privilegia competitividad, desregulación selectiva y estándares de adquisición, más que un marco integral de obligaciones sobre riesgo sistémico. Para una gerencia de medios, esto no es un detalle; condiciona quién provee tecnología, con qué garantías, y bajo qué criterios se evalúan sesgos y transparencia. En términos de gobernanza de IA en redacciones y áreas de comunicación, tener claridad sobre estos lineamientos cambia el mapa de proveedores y la debida diligencia.
Ahora, esa narrativa federal convive con otra fuerza regulatoria: los estados. El 2025 cerró con más de mil iniciativas estatales relacionadas con IA y un centenar largo convertidas en ley, un volumen alto pero de impacto práctico desigual, que presiona a organizaciones multijurisdiccionales a gestionar cumplimiento “por mosaico”. Para un medio con operaciones digitales y audiencias segmentadas, esto exige revisar flujos de datos, prácticas de entrenamiento de modelos y divulgación de políticas por estado. La complejidad no está solo en la cantidad de normas, sino en su heterogeneidad y velocidad de cambio.
En ese contexto, California volvió a marcar pauta con una ley que obliga a laboratorios avanzados a declarar protocolos de seguridad y notificar riesgos catastróficos, además de fortalecer protecciones a denunciantes y proponer infraestructura pública de cómputo. La señal política es clara: si el marco federal evita una regulación dura, los estados —y especialmente los de mayor peso tecnológico— fijarán estándares de hecho. Para los equipos editoriales, esto importa porque los proveedores, herramientas de IA generativa y servicios de moderación de contenidos se verán afectados por estos requisitos, que pueden modificar contratos, métricas de seguridad y obligaciones de transparencia.
En paralelo, el Senado estadounidense retiró de una “megainiciativa” la propuesta de prohibir por diez años la regulación estatal de IA, despejando el camino a ese protagonismo local. Es un punto fino, pero decisivo: desbloquea el avance de marcos descentralizados que, aunque fragmentados, van estableciendo “prácticas mínimas” que impactan a proveedores de software y, por extensión, a las salas de redacción que dependen de ellos.
Si miramos el negocio, la ecuación de ingresos también cambió. El 2024 cerró con 15.000 despidos en medios y 2025 mantuvo la inercia de recortes, incluso en marcas icónicas. La presión por rentabilidad empuja a automatizar tareas y a experimentar con IA generativa para producción, edición y distribución, muchas veces sin el andamiaje ético, jurídico y de calidad que un producto informativo requiere. El riesgo no es solo reputacional; una cadena de valor editorial frágil pierde capacidad para negociar con plataformas y anunciantes, y se expone a errores de alto costo.
Los recortes no han sido meramente privados. El periodismo público —incluyendo PBS— vivió ajustes y controversias por la financiación, con el consiguiente impacto en oferta de contenidos, cobertura territorial y capacidad de investigación. Cuando se comprimen los presupuestos, los medios suelen recortar en reportería de campo y en edición profunda —justo donde se genera la diferencia competitiva frente a contenido superficial. Esto repercute en toda la industria: menos investigación, más dependencia de fuentes secundarias y algoritmos, y mayor vulnerabilidad ante campañas coordinadas de desinformación.
Al mismo tiempo, actores de la industria editorial han elevado el tono frente a las plataformas tecnológicas, cuestionando el desequilibrio en captura de valor, el efecto de sus algoritmos en la salud social y la intención de algunos países de permitir usos de contenido con fines de entrenamiento de IA sin compensación. Aunque esta discusión se dé en foros nacionales específicos, sus conclusiones y precedentes se difunden globalmente y moldean la mesa de negociación entre editores y grandes tecnológicas. Para un gerente en Colombia o la región, el mensaje es que el entorno de licenciamiento y uso de contenidos para IA continuará moviéndose y que conviene anticipar posiciones contractuales y técnicas.
En este tablero, la pregunta no es si la IA debe entrar a tu operación editorial o de comunicación, sino cómo y bajo qué controles. El “cómo” requiere un marco de gobernanza que precise para qué tareas se usa IA, con qué datos se entrena, cómo se auditan sesgos y alucinaciones, quién responde por errores y cuál es el circuito de corrección. El “bajo qué controles” exige políticas internas claras: etiquetado de contenidos asistidos, trazabilidad de prompts y fuentes, y un comité de revisión ética-jurídica que autorice casos de uso sensibles. No es burocracia; es reducción de riesgo.
En clave de estrategia, mi recomendación es abordar tres capas simultáneas: la capa de negocio (¿para qué usamos IA y cómo mejora ingresos o reduce costos sin afectar calidad?); la capa jurídica (¿qué obligaciones nos aplican por jurisdicción, qué cláusulas exigimos a proveedores, qué salvaguardas de derechos de autor y datos personales activamos?); y la capa cultural (¿qué formación reciben editores y comunicadores para no delegar criterio editorial en un modelo?). La experiencia regional muestra que cuando estas capas no avanzan a la par, se generan “atascos”: proyectos que prometían productividad, pero que terminan en retrabajo y pérdida de confianza.
Aquí resulta útil leer entre líneas la política federal de IA en EE. UU.: más que reglas prescriptivas, el énfasis está en compras públicas, alfabetización y “neutralidad”. Para las organizaciones latinas que parten de marcos fuertes en protección de datos —como el de Colombia— esto abre una oportunidad: aprovechar la tecnología con estándares de transparencia superiores a los mínimos del mercado, comunicándolo como un factor de confianza que diferencia la marca. En términos prácticos, quiere decir auditar modelos, documentar fuentes y publicar políticas comprensibles para lectores y anunciantes, incluso si la norma no obliga expresamente.
En el primer plano operativo, propongo una hoja de ruta de 100 días centrada en valor tangible y control del riesgo. Semana uno: mapa de herramientas de IA ya presentes en tu flujo (desde corrección de estilo hasta generación de resúmenes), inventario de datos y contratos con terceros. Semana dos: política interna de uso de IA con cinco anclas —transparencia, revisión humana obligatoria, exclusiones temáticas, trazabilidad y mecanismo de rectificación—, aprobada por jurídico y dirección editorial. Semana tres a seis: pilotos con objetivos de negocio medibles —reduction de tiempos en copyediting, aumento de tiempo de permanencia con resúmenes explicativos, priorización de coberturas por señales de audiencia—, con tableros que distingan claramente qué fue asistido por IA y qué no. Semana siete a doce: auditoría de resultados, revisión de sesgos y definición de un “catálogo” de casos permitidos y prohibidos. Semana trece a catorce: preparación de una política pública de IA para lectores y anunciantes, con glosario y compromisos verificables.
La otra mitad del reto es financiera. Cuando la pauta tiende a concentrarse en plataformas, y los costos editoriales no ceden al ritmo esperado, la tentación es automatizar más y más. Pero los datos globales reflejan otra cara: mientras los costos de contenido han subido como proporción del gasto total de las redacciones, la diferenciación que sostiene suscriptores y acuerdos con marcas viene —paradójicamente— de aquello que no se automatiza del todo: reportería original, análisis con contexto local y explicaciones basadas en datos públicos. Por eso, antes de “sustituir” hay que “complementar”: usar IA para lo repetitivo y reforzar lo humano donde se genera valor.
Un matiz clave para 2025–2026 es que la conversación regulatoria no es monolítica. En salud, por ejemplo, el gobierno federal cuestionó iniciativas de autorregulación privada como la Coalition for Health AI, argumentando riesgos de captura por incumbentes. Independientemente del mérito de cada postura, el mensaje para las empresas que comunican o informan sobre salud es que los estándares de validación de herramientas de IA clínica están en revisión, y no basta con “cumplir” una guía de la industria; hay que observar a la autoridad sanitaria y alinear divulgación y disclaimers a ese proceso.
En medio de esta polifonía —federal, estatal, judicial, corporativa—, la presión económica no va a aflojar. Si la industria pública y privada ajusta sus nóminas y métodos, los equipos de comunicación y prensa deberán elevar su productividad sin sacrificar rigor. Eso significa sistematizar la verificación y la gestión de fuentes, incluir “paradas de calidad” y adoptar métricas que no premien solo velocidad, sino exactitud y valor para el lector. En paralelo, reforzar relaciones con audiencias y comunidades locales para diversificar ingresos vía membresías, eventos y servicios B2B —investigación, curaduría, formación— que amortigüen la volatilidad de la pauta.
Desde mi práctica de más de treinta años, lo que mejor funciona en coyunturas como la actual es el Producto Mínimo Viable editorial-tecnológico con gobernanza: pruebas controladas, objetivos concretos y escalamiento disciplinado. Empezar por una mesa de edición asistida por IA con protocolos de revisión, pasar a resúmenes automáticos de piezas largas con señales de interacción y, por último, a herramientas de descubrimiento para periodistas que no sustituyan la reportería, sino que aceleren hipótesis y contrastes. Cada paso debe tener una métrica y un “corte” de calidad que habilite o frene el siguiente. Y, sobre todo, una narrativa pública transparente para que el lector sepa que hay procesos serios detrás, no improvisación.
En América Latina, y especialmente en Colombia, tenemos un activo normativo en protección de datos que —bien aprovechado— puede convertirse en ventaja competitiva. Cumplir con principios de finalidad, libertad, veracidad, transparencia y seguridad no es un obstáculo, sino un marco de confianza para audiencias y marcas. Quien integre ese cumplimiento en su historia —y lo traduzca en prácticas verificables de IA responsable— estará mejor posicionado para negociar con plataformas, aliados y suscriptores en un mercado que valora la fiabilidad tanto como la velocidad.
Aquí entra el acompañamiento de TODO EN UNO.NET con una oferta integral orientada a resultados y control del riesgo: arrancamos con un análisis inicial de brechas tecnológicas, jurídicas y operativas en tu flujo editorial y de comunicaciones; definimos contigo una estrategia que prioriza casos de uso de alto impacto con métricas claras y salvaguardas normativas; y ejecutamos la implementación con formación a equipos, tableros de control y soporte continuo para iterar lo que funciona y corregir lo que no. Trabajamos contigo para que la IA potencie tu propósito informativo en lugar de diluirlo, y para que tu gobierno de datos no sea un documento en la intranet, sino una práctica viva que respalde ingresos, reputación y sostenibilidad.
Si hoy diriges un medio regional, un área de prensa institucional o una unidad de comunicación corporativa, y ves que el entorno te obliga a hacer más con menos, la clave no es “hacerlo todo con IA”, sino “hacer lo correcto con IA, con control y criterio”. Usa la automatización para limpiar ruido —transcripciones, deduplicación de fuentes, etiquetado— y reserva lo humano para donde está la confianza: jerarquizar, dar contexto local, contrastar. Documenta tus decisiones para proteger a tu equipo, mejorar con el tiempo y comunicar a audiencias y anunciantes que tu promesa de calidad es verificable. Integra compliance desde el diseño —datos, derechos de autor, sesgos, seguridad— para que no sea un cuello de botella en el cierre, sino una condición de partida.
[Realizar búsqueda de enlaces cruzados aquí con keywords: inteligencia artificial, regulación, prensa]
El cierre que propongo para ti sigue el ciclo Atraer–Convertir–Fidelizar. Primero, te invito a soltar el miedo a “equivocarte con IA” y a ese síndrome del impostor que susurra que solo los gigantes pueden hacerlo bien; la verdad es que los resultados llegan cuando empiezas pequeño, con foco y gobierno. Atraemos claridad con una auditoría ágil que te muestra dónde la IA te aporta valor y dónde no. Convertimos en resultados con pilotos de 90 días que impactan indicadores concretos —tiempos de edición, retención, suscripción, venta consultiva— y que dejan activos medibles, no promesas. Fidelizamos con acompañamiento continuo: tableros, rituales de revisión, formación y ajustes trimestrales. Integramos consultoría administrativa para alinear procesos y roles, consultoría tecnológica para elegir y orquestar herramientas, consultoría de marketing digital para fortalecer adquisición orgánica y de pago, consultoría en Habeas Data para blindar cumplimiento y consultoría en facturación electrónica cuando tu modelo de ingresos requiera nuevas pasarelas. Lo hacemos con mentalidad de PMV: entregables funcionales rápidos que validan hipótesis, reducen riesgo y liberan caja. “Aumentamos la eficiencia de tu empresa con soluciones digitales y normativas.” No hablo solo como consultor; hablo como quien ha recorrido este camino por más de tres décadas, con estudio permanente y manos en el terreno. Si decides caminar con nosotros, te llevamos de lo urgente a lo importante, de la reacción al diseño, de la supervivencia a la consolidación como referente en tu sector. Con TODO EN UNO.NET, no solo te transformas: construyes la autoridad que te permite sostener el liderazgo, captar clientes recurrentes, aumentar la eficiencia, garantizar cumplimiento y acelerar tu transformación digital de forma medible y honesta.
Cuando el ruido crece, la claridad es un acto de liderazgo: decide simple, actúa con rigor, mide sin excusas.
JulioC
